Política

Suspenso en salud, suspenso en economía

La capacidad de España para afrontar la pandemia quedó cuestionada por el alto número de fallecimientos y de contagios. Ahora, la segunda ola ha llegado antes y con más fuerza que en los países de nuestro entorno.

Pedro Sánchez ha calificado su propia gestión con un notable a pesar de que hemos tenido la segunda mayor caída del PIB de la OCDE y casi 3.000 infectados en las últimas 24 horas, el presidente no pestañeó cuando lo afirmó y aseguró, además, que no va a ser necesaria la restricción de la movilidad ni de la libertad de reunión.

Tampoco se sabe cómo se va a iniciar el curso escolar, porque no hay un plan. Cada comunidad autónoma tomará sus decisiones como si el virus supiese geografía. Las universidades preparan su plan A, el B, el C e incluso el D, pero aún no saben cuál aplicaran porque dependen, cada una de ellas, de una administración diferente.

Han muerto miles de personas mayores en residencias y, en esta segunda edición, los contagios poco a poco vuelven a concentrarse en ellas. La compra de materiales ha sido desastrosa y los sanitarios han sido el segundo colectivo más golpeado por la infección por la falta de equipos.

Muchos negocios han cerrado y cientos de miles de trabajadores han perdido su empleo, mientras otros tantos se temen lo peor. Aun no hay presupuestos, se desconoce cómo saldrán adelante, aunque sean el instrumento más importante para decidir la distribución de los fondos europeos.

Sánchez, aún así, cree que no ha llegado al sobresaliente por muy poco. A lo mejor por lo bien que lo han hecho, gobierno y oposición se han tomado unos días de asueto. Ha sido muy atacado el líder socialista por lo inoportuno de sus vacaciones, claro que las críticas de Pablo Casado, desde la playa, le dejan a uno estupefacto.

Sánchez suele buscar culpables y, o bien los encuentra, o bien los fabrica. Esta vez serán los gobiernos autonómicos, la incapacidad de la oposición para mantener una postura de Estado o los problemas de Podemos con su ex abogado. El problema que se va a encontrar es que esta vez no hay cortafuegos ni excusas.

Pueden perdonarse muchos errores del primer momento en que, lo que parecía imposible, sucedió días después. Ahora sabemos lo que significa una pandemia en el mundo rico, sabemos cómo cercena vidas y destruye el futuro económico. Por eso, lo que se indultó en marzo, se va a castigar duramente en agosto o en septiembre.

Muchos no entienden que se pierda un día tras otro sin tomar medidas que aseguren que no se va a llegar al colapso. Eso es porque no conocen la lógica monclovita, esa que asegura que en el examen la mala suerte les ha robado el sobresaliente.

No se pide autocrítica, esa palabra tiene un tufillo demasiado estalinista, se trata de evaluar y someter a escrutinio lo que no está funcionando porque, en esta ocasión, son dos suspensos, uno en salud y otro en economía.