Opinión

Cantamañanismo

Algunos cantamañanas andan desesperados estos días intentando convencernos a todos de que la población española se divide en partidarios de la monarquía y partidarios de la república. Piensan que si imponen esa dicotomía (obligar a la gente a ser una cosa u otra) conseguirán ellos algunos réditos electorales. Pero pretender que eso pueda ser una buena idea (o intelectualmente necesaria para los españoles) indica claramente que toda esa gente no ha entendido nada de sus compatriotas y por eso va a ser muy difícil que ningún día lleguen a hacer una tarea positiva de gobierno.

Si algo caracteriza a los españoles del último medio siglo es que, enfrentados a esa falsa dicotomía, la gran mayoría aprendió a responder muy hábilmente que ellos no eran ni monárquicos ni republicanos sino todo lo contrario. Es lógico: el absolutismo dejó muy malos recuerdos en la forma de Fernando VII y solo los rápidos reflejos de la monarquía parlamentaria han conseguido en las últimas décadas hacer evolucionar esa percepción. Del otro lado, los dos intentos de hacer una república española se saldaron con dos desastres tremendos, estrepitosos fracasos de incapacidad y corrupción política. Como precisamente en estos tiempos la clase política española se caracteriza por un alto nivel de corrupción y cantamañanismo, a nadie en su sano juicio se le ocurriría que sea un buen momento para poner a todos estos aprovechados al frente de ninguna Jefatura del Estado.

Por eso, el proyecto principal del español medio para los próximos años, aparte de sobrevivir al Covid y a la brutal crisis económica que se avecina, es marcar de cerca a los políticos para exigirles una mayor limpieza y honestidad en su trabajo. Con eso ya nos conformamos bastante para ir tirando, porque todos sabemos que la Historia de España, contra lo que algunos interesados quieren hacernos creer, nunca ha sido un asunto entre monarquía y república. La verdadera lucha del último cuarto de milenio en nuestro país ha sido siempre entre golpismo y democracia. Disfrutamos, por suerte, ya de medio siglo en que la democracia va ganando. Y los españoles a lo que aspiramos es a que, en el futuro, siga siendo ese el marcador de esa eterna lucha.