Opinión

Conexión económica lusoespañola

Nos encontramos en un momento de profundos cambios en la economía mundial, y por supuesto en la europea. Por eso, Ángel Rivero publica, en Cuadernos de pensamiento político, Faes, abril-junio 2020 (págs. 29-41) un artículo titulado La nueva política exterior de Portugal ¿Lisboa se aleja de Madrid?, señalando, como punto de apoyo para plantear esa cuestión, que un texto del embajador Sánchez da Costa –representante permanente ante la OTAN–, señala que Portugal es un país europeo pero «no continental». Afirmación geográfica y demográfica llamativa que indica que la política exterior portuguesa ha pasado de las tres prioridades señaladas por el socialista José Sócrates, cuando fue primer ministro –las de «España, España, España»– a un despegue mayor que la vecina. Esa política indicaría que Portugal tomaría como modelo de futuro, de manera evidente, el que procede de la política económica adoptada por Irlanda.

Pero si eso es lo que se pensó como una posible opción portuguesa –como la expuesta directamente por el citado altísimo funcionario–, nada tiene que ver con las posibilidades que pudieran surgir en cualquier otro país. Piénsese que las raíces de Portugal en el exterior fueron efectivamente muy amplias, pero desde el punto de vista del futuro económico planteado en el mundo asiático y en el actual mundo portugués, nada hay parecido a lo que sucede con el mundo irlandés.

Volviendo a la Península Ibérica, observemos el PIB por habitante, como significativo de situaciones de las dos naciones. Para encajar adecuadamente las cifras y que hablen por sí mismas, considero que se debería examinar lo sucedido entre 1970 y el año 2000. Pues bien, en 1970, en euros 2010, el PIB por habitante en Portugal era de 4.227 y, en España, de 6.402, o sea que la cifra de España respecto a Portugal era de un 151,5%. En el año 2000 habían cambiado lo suficiente las cosas como para que los 9.792 euros 2010 de PIB por habitante de Portugal supusiesen ya que España, con sus 12.106, tuviese sólo un 123,8% del PIB por habitante portugués. La convergencia de la economía lusitana con la española, a lo largo del último medio siglo, pasaba a ser manifiesta. ¿Qué se logró?

La liquidación de la barrera arancelaria en 1986 alteró radicalmente el enlace que había existido permanentemente frente a ambos pueblos. A partir de David Ricardo pareció exponerse, con mucha claridad, una famosa explicación de las ventajas del librecambio,en el caso concreto de lo que con él, y para ambas naciones, existía entre los productos textiles británicos y la producción vinícola portuguesa. En España, en cambio, seguimos un radical camino opuesto al del librecambio. Se inició el denominado modelo proteccionista, que avanzó continuamente; e, inmediatamente, tras la Guerra Civil de 1936-1939, se había vinculado con la consolidación del modelo económico de la II República, que en 1935 fue así definido por el economista español Perpiñá Grau como un modelo autarquizante, y completado con medidas intervencionistas, corporativistas, y financieras, que apartaban a la peseta de planteamientos internacionales serios. En España, el acceso a un océano fundamental de tráfico, como era el Atlántico, resultaba perturbado por la existencia de una serie de cordilleras paralelas a los ríos que llegaban, varios de ellos al Atlántico; pero cuyo tráfico económico, hasta su desembocadura, se frenaba porque surgía, como barrera económica, la realidad de la frontera con Portugal.

He aquí que, con lo sucedido en 1985, el mundo empresarial de ambos pueblos se dio cuenta de las ventajas que inmediatamente se iban a derivar de esta vinculación de los dos mercados en el ámbito comunitario. Baste tener en cuenta, en las publicaciones recientes del ICEX, que se señala que, aparte de la participación de ambos países en el ámbito europeo, «los convenios bilaterales con contenido económico relevante, firmados entre Portugal y España, son numerosos».

Pero esto, no sólo impulsó el comercio exterior bilateral entre España y Portugal. En miles de millones de euros, las exportaciones españolas a Portugal pasaron, en 2015, de 17,9 a 21,9 en 2019 y las exportaciones de Portugal a España, entre las mismas fechas, de 10,9 a 11,4. Las mayores transacciones se efectúan con productos agroalimentarios y en automóviles. Pero todavía mucho más significativo es el cuadro de la inversión directa de España en Portugal y de Portugal en España. En miles de millones de euros, el stock de la posición inversora de España en Portugal pasó de 19.737, en 2012, a 17.058 en 2016; y la de Portugal en España, de 2.449 en 2012, a 2.668 en 2016. Todo esto es recogido abundantemente en el trabajo de Ángel Sánchez y Sebastián Puig, Portugal versus Spain: an Iberian economic saga (Real Instituto Elcano, 2018). Revisándolo, comprendemos los fuertes enlaces que desde 1985 han surgido entre las dos economías. Sin embargo, en estos momentos de crisis económica doble, por posibles impericias en cualquiera de los dos gobiernos, tanto en lo económico como en lo sanitario, pueden surgir tropiezos. Mas, el camino desarrollado de enlace entre ambas economías no tiene vuelta atrás, y favorece notablemente a las dos, convirtiéndolas, además, en un punto de engarce entre las corrientes del Atlántico y las que proceden, a través del Mediterráneo, del resto del Hemisferio Septentrional.