Coronavirus

De influencers y otras vainas

De un tiempo a esta parte viene produciéndose un fenómeno que me provoca estupor, y es el de las influencers, personas que se fotografían y se muestran en las redes sociales luciendo este bolso o aquel vestido de boda y se convierten en referentes para el pueblo llano. ¿Es que existe tan poca personalidad entre los humanos como para no ser ejemplos de sí mismos? ¿Andamos tan escasos de carisma? Es cierto que siempre ha habido tendencias en la moda a las cuales es muy difícil resistirse pero de ahí a imitar a fulanita o menganito hay un profundísimo abismo. Veamos, ahora y siempre las princesas o gentes de la farándula han sido copiadas por todo pichichi, de ahí que las revistas que muestran imágenes de esos mundos tengan tanto éxito. Lo chocante son esas mujeres anónimas que, de la nada, se convierten en paradigma del chic y de lo que se debe llevar, y alcanzan categoría suficiente para figurar en esas fotos del papel couché y en realities como si tuvieran en su haber suficientes méritos para ello.

Luego están, por ejemplo, las jóvenes princesas que empiezan a despuntar en belleza juvenil, como las nuestras, la heredera del trono belga, la del trono de Noruega o ese trío encantador que son las hijas de Máxima y Guillermo de Holanda, sonrientes, naturales y, en el caso de la mayor, hasta gordita, cosa que la humaniza pero tiene que soportar críticas y comentarios malévolos de quienes exigen máximo rigor en la talla. ¡Qué crueldad! Es una sonrosada adolescente, bellísima y simpática, que a buen seguro le duele el exceso de peso y lucha contra él en una batalla dificilísima a la que mucha gente se enfrenta a todas las edades. Es el mal de nuestro tiempo -a excepción del Covid-, como bien dijo en su día el profesor Valentín Fuster, y cuesta luchar contra él porque cada vez comemos peor.

Pero sigamos viajando por el mundo de jóvenes referentes. Greta Thumberg pudiera serlo por sus ideas que proclama a los cuatro vientos pero no porque su físico le acompañe. Tan es así que han dado su hombre a una araña de Madagascar, idea del jefe de aracnología de un instituto de investigación alemán para distinguir un nuevo grupo de cuatro especies de arañas, en un intento de homenajear a la joven Greta y de alertar sobre el peligro que el cambio climático representa para la biodiversidad. La araña es repugnante y peluda pero seguro que a la joven activista le produce una gran satisfacción este reconocimiento aunque sea para dar nombre a un bicho que produce rechazo y no a una grácil gacela, por poner un ejemplo. En todo caso Greta ha tenido su momento porque la situación no está como para cumbres del clima, donde ella planteaba sus utópicas protestas ya que, lamentablemente, estamos abocados a un declive medioambiental que, en efecto, debemos poner solución, si bien el futuro no es muy esperanzador. La ciencia está trabajando sin descanso en esto y en todo lo que afecta a la integridad del ser humano. Hay enfermedades que no están resueltas, véase el cáncer y, sin ir más lejos, el Covid o la obesidad, que antes señalábamos. También, en otro orden de prioridades, la alopecia, y tantas otras taras de nuestra especie que, con el tiempo, darán risa. Hablaremos dentro de veinte años, a ver cómo va la cosa. Y veremos entonces también cómo ha evolucionado lo de las influencers, la moda, la música y el arte en general. No tengo prisa por que pase el tiempo, pero, si he de ser sincera, sí tengo curiosidad.