Opinión

Taizé

Hay una zona de la Borgoña francesa que ha significado mucho en la historia religiosa y cultural de Europa: allí en siglos diferentes nacieron la Abadía Cisterciense de Cluny, el monasterio de Paray-le Monial y en el primer cuarto del XX la comunidad ecuménica de Taizé.

El 20 de agosto de 1940 el suizo Roger Schutz, que entonces tenía sólo 25 años, llegó a Taizé un pequeño pueblecito instalado sobre una colina no lejos de la línea que entonces partía en dos a Francia. Su intención era prestar ayuda a las personas que empezaban a sufrir los horrores de la II Guerra Mundial.

Tuvieron que pasar cinco años antes de que el hermano Roger reuniera en torno a su carismática persona un grupo heterogéneo de frailes. Con el paso del tiempo Taizé se convirtió en un centro de atracción para miles de jóvenes, especialmente europeos, que se reúnen sobre todo en verano y que cada año celebran un masivo encuentro en diversas ciudades.

Dadas las actuales circunstancias el hermano Alois de la comunidad ha renunciado a celebrar su 80º aniversario que coincide además con los quince años del asesinato de su fundador apuñalado por una rumana desequilibrada mental el 16 de agosto mientras participaba en una vigilia de oración junto a miles de jóvenes. También han decidido posponer al año próximo su encuentro anual que iba a celebrarse en Turín.

Taizé sigue siendo un faro que ilumina las tinieblas de nuestro atribulado mundo.