Opinión

El ocioso Pablo

Tenemos un vicepresidente primero que o bien se aburre o no pinta nada en el Gobierno. Ya me contarás tú que hace recomendando la serie francesa «Hippocrate» que, según él, impresiona el hiperrealismo del ambiente del hospital, cuando en España lo único que nos sobra es realismo: el Instituto Carlos III confirma una segunda oleada de fallecimientos por coronavirus, el paro sube en agosto, la economía se hunde y la población española vive con miedo a contagiarse y al futuro que le espera.

Yo hasta entiendo que recurra a la ficción para ver la realidad porque la realidad, que se ha visto en España de la pandemia, ha sido ficción. Pero una cosa es lo que nos han dejado ver a los comúnmente mortales y otra es que el señor Iglesias tenga problemas de dosis realistas que fácilmente se arreglan visitando hospitales, residencias de mayores o hablando con sanitarios y enfermos.

Si con la que está cayendo, Merkel, Macron o sin irnos tan lejos, el expresidente Rajoy, recomendaran una serie de ficción y, además extranjera, se produciría un escándalo con mayúsculas. Como no es la primera vez que Iglesias desprecia nuestro cine y recomienda una serie no española me pregunto qué opinarán los directores, actores, productores, la Academia de Cine, la propia SGAE y si seguirá siendo invitado a los premios Goya.

El historiador escocés, Thomas Carlyle, nos avisaba de que en el mundo hay un monstruo: el ocioso. Pablo Iglesias, que no sabemos si está ocioso pero si bastante relegado, ni está en la negociación presupuestaria ni en la gestión de la pandemia, ni en nada que no sea twitter, se va pareciendo cada vez más a un huésped del gobernante que a un gobernante. Y en la mayor crisis de nuestra historia mantener un huésped es costoso.