Opinión

Líbano

En todo el Oriente Medio el Líbano es una país excepcional, único, absolutamente diferente de todos los que le rodean. En septiembre de 1989 Juan Pablo II afirmó que «el Líbano es un mensaje de libertad, un ejemplo de pluralismo tanto para Oriente como para Occidente. Es profundamente cierto que el Líbano representa más que un estado».

Este minúsculo estado se asoma al Mediterráneo y es fronterizo con Siria e Israel. Es además un mosaico de religiones donde han convivido durante siglos musulmanes y cristianos de diversos ritos: maronitas, melquitas, siros, armenios. Su constitución prevé un reparto de responsabilidades políticas entre todos ellos : el presidente de la República debe ser cristiano maronita, el primer ministro musulmán sunita y el presidente del parlamento musulmán chiita.

Este delicado equilibrio político ha entrado en crisis los últimos años. Una devastadora contienda civil que duró quince años destruyó su economía; huyendo de la guerra cerca de un millón de sirios han buscado refugio en el país de los cedros y la última explosión en el puerto de Beirut ha reducido a cenizas su antiguo esplendor económico.

Francisco ha pedido a la comunidad internacional que no abandone al Líbano en esta hora tan trágica de su historia. Con tal fin invitó a todos los habitantes del planeta a vivir el pasado viernes una jornada universal de oración y ayuno por el país libanés. Aún más: envió a su Secretario de Estado, el Cardenal Pietro Parolin a Beirut para testimoniar a los libaneses su cercanía y su solidaridad y para asegurarles que la Santa Sede continuará sosteniendo con todos sus medios a su país en un momento en que peligra incluso su existencia como nación y su independencia.