Opinión
Cerrar Madrid
Te escribo desde la consulta del dentista, en posición horizontal, los ojos clavados en el techo y el móvil en la mano, esperando a que haga efecto la anestesia. Desde aquí ves la realidad desde otra perspectiva, en modo sometimiento. En breve intervendrán mi pieza 26. No saben si el asunto acabará en empaste o en endodoncia. Estoy a merced de Alicia, la dentista. Pero confío en ella, sé que hará todo lo posible para evitar matar el nervio.
Imagino a los dirigentes madrileños estos días de la segunda oleada de COVID «en modo Alicia», intentando velar por la salud colectiva sin que la economía regional se les arruine, dificilísimo equilibrio que pasa por evitar el cierre de la capital y de sus alrededores. En ese contexto, sin embargo, no acaban de domar la curva de contagios y fallecidos. Y ahí surge su segundo gran problema: una guerra con la Moncloa en la que nadie –ni ellos ni la oposición– quiere quedar para la posteridad como el responsable del cierre de la capital, con las nefastas consecuencias monetarias que eso supone. Nadie quiere practicarle a Madrid la endodoncia, llegado el caso. Los empresarios avisan de que el impacto de estas nuevas limitaciones de la movilidad tendrán un coste millonario. Los autónomos se echan a temblar, multitud de negocios están al borde del cierre definitivo.
Desde hace ya muchos días, desde aquel show de las banderas en Sol, el ministerio de Sanidad podría haber aplicado el estado de alarma territorial en Madrid, si realmente consideraba urgentes las restricciones que ordena. Pero no: Illa ha querido lanzarle la patata caliente a la presidenta de la Comunidad. Y en esta contienda, ella acata, pero recurre a la Justicia. A Isabel Díaz Ayuso la han empujado al precipicio del cierre por la vía de la orden ministerial «de obligado cumplimiento», que veremos si tiene recorrido en los tribunales. Los ciudadanos, entretanto, se sienten desorientados, atónitos, indignados. Como la prole de unos padres separados que se pelean, más preocupados por llevar la razón y por imponer sus respectivos argumentos que por el bien de sus hijos. ¿Cómo recuperar la confianza en ellos, en nuestros políticos?
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