Opinión

De Madrid al limbo

En cualquier país serio, cuando a un ministro le gritan “dimisión” desde las bancadas, bien por su gestión, bien porque algún caso judicial le salpica, el ministro señalado abandona el cargo ipso facto. Aquí, una ya no sabe qué tiene que pasar para que ocurra el milagro. Aquí, por ejemplo, un vicepresidente puede jactarse de que no va a dejar su puesto y, a continuación, añadir que cree inconcebible que le imputen los jueces del Supremo, ¡como si estuviera él en sus cabezas! Hay que recordarle al señor Iglesias que, de no ser aforado, de ser como tú y yo, que no ostentamos un cargo público, ya estaría imputado por el caso Dina. Y hay que resaltar que, solo por hacer su trabajo, el magistrado que instruye el caso Dina está recibiendo amenazas de muerte en las redes sociales. Malditos “trolls” cibernéticos de dudosa procedencia, a esos también habría que investigarles.

Vivimos en estado permanente de perplejidad, asimilando sorpresa tras sorpresa, sin que nadie asuma su parte de culpa. Las espadas en alto, la búsqueda del rédito electoral, el enconamiento y la fría estrategia lo emborronan todo. Y así, hemos llegado a este punto surrealista que tiene a la capital como epicentro de la guerra política del momento. Los jueces le han quitado la razón a Sanidad y se la han dado a la Comunidad de Madrid. Determinan que hubo injerencia y lesión de los derechos fundamentales de los ciudadanos cuando Sanidad ordenó restricciones en 10 ciudades. Así que, de un plumazo, Madrid se desconfina ante el asombro y la incertidumbre colectiva. Amanecemos sin indicaciones sobre este puente del Pilar, en un limbo ya más que conocido. ¿Se esperan acaso dimisiones o disculpas en Sanidad? De ninguna manera. Y en la calle… ya no se espera nada. Más bien se suplican certezas, se implora el fin del caos.

En lo peor de la pandemia, hace solo unos meses, nuestros sanitarios dieron el do de pecho. Sin conocer apenas a qué virus se enfrentaban, se dejaron la piel en los hospitales. Desaparecieron las especialidades, todos a una arrimaron el hombro. ¿Por qué no toman nota los políticos? Recuerden, ya vamos tarde.