Opinión
La presente crisis del socialismo de centroizquierda
Muchos economistas españoles pasamos a plantearnos si realmente los mensajes del PSOE eran los adecuados para resolver los serios problemas que se alzaban frente a España en la etapa que recibió el nombre de Transición. En primer lugar, fue necesario actuar para alterar los planteamientos de política económica que habían surgido en el ámbito del socialismo, a través de la organización sindical UGT, siempre vinculadísima al PSOE y que tuvo que soportar las enmiendas derivadas de los Pactos de La Moncloa. Pero no se puede olvidar, de inmediato, que cuando el 2 de diciembre de 1982 el PSOE alcanzó electoralmente el poder, ofreciendo todo un programa económico que fue considerado como muy atrayente, basado en aquel que el socialismo francés había aprobado para que Mitterrand alcanzase el poder, sucedió otra cosa en España. Como Óscar Alzaga recoge de inmediato en un libro colectivo titulado «Un año de socialismo» (Argos Vergara, 1984), esta decisión ya mostraba lo que en la pág. 11 llevaba de título lo que ya sucedía: «Las claves de la decepción». Rápidamente no hubo excepciones en ese juicio. En mi libro «Economía española 1985-2011» (Colegio de Economistas de Madrid, 2014), se señala de qué modo la política económica que se aplicaba, no sólo no cumplía la posibilidad de alcanzar los objetivos iniciales, sino que originaba crisis importantísimas, como la provocada por el intento de que la peseta entrase en el Sistema Monetario Europeo. La política económica de aquella etapa, creando desempleo y apartándonos de todo proyecto económico razonable, generó el triunfo electoral de Aznar, con el PP.
Con Rodríguez Zapatero, como consecuencia del conflicto de Irak, inmediatamente se intentó volver a desarrollar la política socialista anterior –con el asesoramiento complementario de Solbes–. El resultado final de esa nueva política del PSOE la ha señalado perfectamente Jordi Maluquer de Motes, en su obra «España en la economía mundial. Series largas de la economía española (1850-2015)» Instituto de Estudios Económicos 2017: «El cuadro III. 8 presenta … las etapas de peor trayectoria. La primera conclusión salta a la vista. La más negativa de la historia de la economía española se reconoce en el tiempo actual, esto es desde 2007 a 2014. Nunca antes el ritmo del PIB per cápita había sido tan contrario a la prosperidad general; esto vendría desmentido, tan sólo si se tomara, como una etapa específica, el trío de los trágicos años de guerra, entre julio de 1936 y marzo de 1939» (pág. 91).
Por tercera vez, el triunfo electoral del PSOE se produjo tras un previo desarrollo muy claro provocado por la política de Rajoy y el gobierno del PP. En estos momentos impresionan, de nuevo, todos los pronósticos que se efectúan de la marcha de nuestra economía en esa tercera regencia de la misma por el PSOE. No hay ni una sola predicción mínimamente seria que, dejando aparte las consecuencias de la actual pandemia, no señale el hundimiento de nuestra economía, a partir del inicio del Gobierno Sánchez-Iglesias. Lo realmente curioso, en ese sentido, es lo que se señala en The Economist de 12-18 de septiembre de 2020 en el artículo de Charlemagne, Last of the centre-lefties, pag.20. En él se llega a señalar el hundimiento de los partidos políticos socialistas como consecuencia de su fracaso para asumir realidades defendidas por políticas de centro, pero se señala también que existe una diferencia respecto al resto de esa Europa que va desde Francia a Escandinavia. Esto es, el partido socialista, en el caso de España, ha buscado, para mantenerse, extrañas alianzas que no jugaron ningún papel en el resto de Europa. Aquí se da el caso de Podemos y de numerosos partidos separatistas, que crea una realidad única, en algún sentido paralela al conjunto de alianzas que, para lograr el poder, había buscado el partido socialista portugués. Esto hace que la Península Ibérica sea un singular albergue del socialismo, por lo que, desde el punto de vista político, se ha creado una realidad dispar de todas las demás, que la convierte en una especie de isla Galápago política, que por su rareza, atrae, a viajeros y analistas; al igual las islas Galápagos atraen a turistas y a naturalistas.
¡Como hubiera disfrutado Charlemagne, si hubiera sabido que uno de los dirigentes de la realidad socialista española, propia de esa singular isla Galápago, vive precisamente en Galapagar!
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