Opinión
Consideraciones en torno al presente caos económico
A partir de 1953, cambió radical y absolutamente el fundamento de la economía española. Hasta entonces, grandísima parte de lo que nos sucedía tenía bases esenciales, exclusivamente, en la decisión nacional. En la actualidad, España tiene que contemplar el impacto de sus decisiones, en relación con el mundo exterior. Naturalmente, en vanguardia se sitúa el papel de la Unión Europea. Eso sucede con la realidad creada por los déficits del sector público. Siempre éstos fueron perturbadores para la economía. No se puede olvidar que Mendizábal, en una Memoria enviada a la Regente María Cristina de Borbón en 1837, señalaba que era preciso tener en cuenta el déficit del sector público porque éste generaba «sacrificios que forzosamente recaen sobre el noble pueblo español». Pero he aquí que, como consecuencia del cambio radical mencionado para nuestra economía desde 1953, esta amenaza se amplía de manera extraordinaria, porque, por ejemplo, ya se ha esfumado aquella realidad derivada de las decisiones de Cambó, cuando éste montó, en 1922, todo un sistema financiero encabezado por el Banco de España que, con el redescuento de la deuda pública, alejaba, por supuesto de momento, toda situación catastrófica derivada del déficit del sector público, porque se planteaba esto en años de radical independencia económica, con un coste notable, el de aceptar un incremento debilísimo del desarrollo. Todo eso se ha eliminado de modo sucesivo, a través del ingreso en la OEGE, culminado con la incorporación en la Unión Europea, y actualmente con nuestra participación en la Eurozona.
Pero he aquí que estas exigencias derivadas de nuestra relación europea y mundial, si no se combinan adecuadamente con la conducta del sector público, pueden agravar todavía más cualquier situación de crisis, como por ejemplo, la que se genera por la actual pandemia. De ahí que el presente déficit presupuestario que presenta porcentajes extraordinarios, obliga a un equilibrio presupuestario. El Banco de España nos ha mostrado, con claridad en sus informes, de qué manera pasaban a ser muy preocupantes las cifras del saldo presupuestario hasta 2019; pero también que las considerables del 2020 eran enormemente alarmantes. Y esto se complica, además, al tratar de resolver el déficit a través de un incremento impositivo, muestra de ignorar el fantasma de la Curva de Laffer, que está presente como una gran amenaza para la vida económica y que, ante problemas como los actuales, prueban que la salida no va por el camino de incrementos impositivos, sino por el de alivios. Por otro lado, se observa en estos momentos, que se está dejando a un lado la labor clave que debería centrar la actuación del Gobierno, tomando en consideración las gestiones del Tribunal de Cuentas. El papel de éste en una política económica seria es fundamental y, sin embargo, no da la impresión de que se esté teniendo en cuenta. Bastaría con contemplar el enlace de la institución paralela en Francia, para rectificar. El desorden económico generado, así, es notable, y si no se ataja de manera considerable, nos llevará a una situación de caos económico evidente. Además, la ruptura del mercado interior, como consecuencia de que estos enlaces del sector público generan una caída clarísima en la productividad –como nos enseñó para siempre Adam Smith–, tiene como efecto el freno a la inversión extranjera, en España, y a la nacional, con todas sus derivaciones.
Sería necesario que se hubiese tenido en cuenta un mensaje que en el año 2004, cuando se veía venir lo que acabó hundiéndonos en 2008 –como una especie de preludio de la agudísima caída actual–, lanzó José Barea, en su admirable conferencia «La necesidad de transparencia en la gestión pública», ofrecida en el I Congreso Nacional de Auditoria en el Sector Público, en la que señaló algo que parece haberse esfumado: «La transparencia es a los entes públicos lo que el mercado es a las empresas».
Es difícil encontrar en la historia económica contemporánea española un momento en el que la oscuridad en relación con la política del sector público sea superior a la actual, y así es como «lo que se adivina ahora es la llegada de un caos económico incluso mayor que el citado de 2008. Sin una colosal rectificación veremos un creciente desorden y una crisis derivada reinando en España, solo comparables a lo que se generaría si participase en un conflicto bélico de gran magnitud.
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