Opinión
El Estado, fuera y dentro
Durante mucho tiempo los Estados crecieron gracias a la guerra, que es, junto con la peste (como estamos viendo), la gran desactivadora de la resistencia popular ante las incursiones del poder sobre vidas, haciendas y libertades.
Parece, por tanto, aceptable la tesis de Ian Morris en «Guerra. Para qué sirve», que publica Ático de los Libros: la guerra sirve para el Estado. Pero el historiador no se queda en ese punto, ya muy estudiado (puede verse el clásico «Sobre el poder», de Bertrand de Jouvenel, en Unión Editorial). Asegura que el Estado, al crecer gracias a la guerra, no solo produce daños sin cuento sino también beneficios importantes, como la seguridad, la prosperidad y, cuando la guerra termina, la paz. Su libro, por tanto, es un texto contra la anarquía como escribe Giacomo Bagarella en «The Envoy».
El problema estriba en que los Estados no siempre hacen la guerra: lo subrayó Felipe Fernández-Armesto en el «Wall Street Journal». Además, los poderes públicos que la han hecho pueden dejar de hacerla y seguir creciendo, como los estados occidentales tras la Segunda Guerra Mundial.
Una forma opuesta pero complementaria de observar el poder es desde dentro, como hace John Bolton, el dimitido Consejero de Seguridad Nacional de Donald Trump, en su reciente y escandaloso libro, «La habitación donde sucedió», que publica ahora Espasa.
Aquí se trata sobre todo del poder encarnado en personas, en especial el propio Bolton y cómo fue desencantándose con su presidente. Aparte del hecho muy poco delicado de contar intimidades del antiguo jefe cuando aún reside en la Casa Blanca, hay dos aspectos que llaman la atención de esta visión del poder desde dentro.
Uno es el entusiasmo que en analistas y medios de comunicación de izquierdas, que son la mayoría, ha suscitado este grueso volumen. El progresismo, en efecto, ha saludado con regocijo a Bolton porque critica al odiado Trump, sin percibir que lo que diferencia a Bolton y Trump no es la ideología. Si acaso, el exconsejero es aún más derechas que el presidente. Lo segundo que llama la atención es que se retrate a Trump como un imbécil, ignorante e insensato en política exterior. Vamos, un hombre completamente incapaz de mediar en un acuerdo, por ejemplo, entre Emiratos Árabes, Bahrein e Israel. A quién se le ocurre.
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