Opinión

Sobre la crisis del comercio minorista

Se trata de exponer algunas cuestiones de lo que se puede calificar como un problema importante, porque se refiere, por un lado, a uno de los servicios que tiene un mayor impacto en la economía de los hogares; pero, además, la economía de la distribución comercial está plagada de pymes, y esto crea, por el lado de la producción, problemas sociológicos derivados de la magnitud que tiene esa concreta realidad empresarial.
Al recoger cifras, nos encontramos con una tendencia descendente, a lo largo del siglo XXI, del conjunto del comercio; y también, las estadísticas nos señalan que el porcentaje del comercio al por menor, en el momento presente, respecto al sector total comercial, muestra que es una actividad llevada a cabo, en multitud de ocasiones, por una sola persona, o sea, sin personal contratado. Y la descripción de estas empresas comerciales siempre tiene otra característica: su rápida desaparición. Según datos del INE, en un estudio preparado en la Universidad de Oviedo, sólo el 39,5% de las empresas comerciales creadas en 1999 permanecían abiertas en el año 2008; y que tuviese de vida más de 9 años, el comercio minorista ofrece la pequeña cifra del 30,08%. Otra característica que refuerza la especial dinámica que existe en este sector está ratificada con datos publicados en el informe Dinámica de la distribución comercial en España en el contexto de la Revolución Industrial, al ofrecer cifras que muestran que las empresas de distribución minorista precisan superar problemas de financiación, a causa de los relacionados con el pago a sus proveedores. Lo tenemos a la vista con los datos que, en el ámbito nacional, se revelan nacidos en la crisis de Lever Brothers. Pero es preciso no dejar a un lado el comercio minorista, por lo mucho que representa en el conjunto de la economía española, como nos muestra el documento 0908/2009 del Banco de España, elaborado por María de los Llanos y Juan S. Mora, «La evolución de la regulación del comercio minorista en España: sus implicaciones macroeconómicas», donde, acertadamente, se señala que el comercio minorista es un sector con gran relevancia en España como lo demuestra que su actividad consiste en poner a disposición de la población activa una buena parte de los bienes de consumo.
No digamos el peso que tuvo, en dos ocasiones, en España: en la etapa de la I Guerra Mundial y sus derivaciones hasta 1923, y la inmediatamente posterior a nuestra Guerra Civil 1936-1939. La primera consecuencia de los problemas surgidos en el comercio minorista fue nada menos que un conjunto de conmociones sociales notables ligadas a auténticas situaciones revolucionarias, sobre todo en Barcelona. Tras 1939, surgió la situación que podemos contemplar en el libro de Jesús Muñoz y Núñez de Prado, Tasas y precios (Editorial García Enciso, 1940), en la que se abandonó cualquier ventaja generada por la economía libre de mercado.
Otro cambio ha procedido de tomar en consideración lo que ya había señalado Valentín Andrés Alvarez: Competencia nada tiene que ver con concurrencia. También lo había dicho Samuelson, al señalar, en su «Curso de Economía Moderna», que los pequeños establecimientos comerciales no son necesariamente lo que los economistas llaman elementos clave de la competencia perfecta, porque «los pequeños establecimientos, como son en general poco eficientes, no venden muy barato, y en lugar de competir en precios, intentan aumentarlos lo más alto posible y, repartirse el mercado».
Junto a todas estas realidades variadísimas, surge otra en el ambiente minorista español que proviene del intervencionismo derivado de la legislación de las Comunidades Autónomas y también de los Municipios, donde vemos lo que Fernando Becker Zuazua y Valeriano Martín señalan en su aportación «Efectos económicos de la regulación de los horarios comerciales»: como, así, se corta la unidad de mercado.
El conjunto de todo lo expuesto muestra algo que conviene señalar: el problema socioeconómico del comercio algo perturbador, a poco que se recuerde la gran aportación de Allyn Young en su famoso artículo publicado en 1988. Tras lo dicho, conviene no tomar decisiones basadas en la ignorancia de la complejidad del sector, dentro, además, de novedades continuas, como las derivadas de las consecuencias de la «affluent society», o sea «sociedad opulenta», de la masificación expuesta por Ortega, de la capacidad del cliente de devolver la mercancía y recuperar el dinero entregado –modelo procedente de Estados Unidos–, donde existe, siempre, la posibilidad de reacción sociopolítica por parte del comercio minorista.