Papa

Capital sin alma

Si no hacemos algo para reducir las desigualdades, los populismos que estamos sufriendo nos van a parecer una broma dentro de diez años

Dice el Papa Francisco en su encíclica «Fratelli tutti», publicada el 8 de noviembre, lo siguiente: «Abrirse al mundo es una expresión que hoy ha sido cooptada por la economía y las finanzas. Se refiere exclusivamente a la (...) libertad de los poderes económicos para invertir sin trabas ni complicaciones en todos los países. Los conflictos locales y el desinterés por el bien común son instrumentalizados por la economía global para imponer un modelo cultural único». En un documento para enmarcar, el Papa lamenta la destrucción del planeta, que hayamos convertido a la mitad de la población del orbe en sacrificable y que los derechos humanos no sean universales. Dice el Papa que vivimos en una sociedad de información sin sabiduría, de agresividad sin pudor y bajo la ilusión de que la comunicación es unión: No. «La conexión digital no basta para tender puentes, no alcanza para unir a la humanidad». Dice el Papa: «El desarrollo no debe orientarse a la acumulación creciente de unos pocos, sino que tiene que asegurar los derechos humanos, personales y sociales, económicos y políticos, incluidos los derechos de las Naciones y de los pueblos. El derecho de algunos a la libertad de empresa no puede estar por encima de los derechos de los pueblos, ni de la dignidad de los pobres, ni tampoco del respeto al medio ambiente, puesto que quien se apropia algo es sólo para administrarlo en bien de todos».

El jueves se publicó la encuesta de BBVA sobre jóvenes que apunta que solo el 42 por ciento de los nacidos en torno a 1980 cree que vive mejor que la generación de sus padres, muy debajo del 70% de la generación «babyboomers», es decir, la que les parió. Tres cuartas partes de los «millenials», que rozan en algunos casos los 40 años, aseguran no tener hijos, y de ellos, un tercio no quiere tenerlos. «No future», decían los punks. Ni siquiera la mitad confía en que cobrará una pensión. ¿Problema de los españoles? En absoluto. Un estudio de Visual Capitalist que acaba de aparecer corrobora que en EE UU puede darse por muerto al sueño americano y lo hace con un dato calcado. Los nacidos en 1980 tienen solo un 45% de probabilidades de mejorar a sus padres, en comparación con el 93% de los nacidos en 1940. Un modelo económico que aboca a un futuro peor para la mayoría ¿tiene algún sentido?

Está claro que, en la coyuntura actual, la prioridad debe ser la pandemia, pero las vacunas llegarán y ¿luego qué? Nadie parece haber hecho el menor caso al Papa y, por tanto, a mí menos. Pero si no hacemos algo para reducir las desigualdades y el enorme poder y riquezas que acumulan unas pocas corporaciones, los populismos que estamos sufriendo nos van a parecer una broma dentro de diez años. Termino con otra del Papa: «Recuerdo que la tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada y subrayó su función social».