Opinión

Un acto de contrición

Durante los más de diez años que llevo ventilando mis opiniones en estas páginas he tratado de evitar los temas políticos aun consciente de que son los que más interesan a nuestros lectores. Pero creo que con este plazo de silencio he ganado el derecho a romper la abstinencia, aunque sea una vez por década. Sin embargo, trataré de mantenerme por encima del nivel habitual de golpes rastreros y mentiras que suelen definir la política española. Veremos si lo consigo. Ya adelanto que me inspiraré en las negaciones de Pedro que nos relata el Evangelio y su posterior arrepentimiento -como sublime precedente– para lo que voy a proponer.

Nuestra transición, de un régimen autoritario a una democracia plena, fue obra –entre otros protagonistas– de unos partidos políticos de los que hoy sobreviven PSOE y PP. Sus líderes tenían una formación y una ética claramente superior a la de los políticos actuales. Quizás porque lo exigiera la situación o quizás, porque fuimos afortunados. Pero la presente coyuntura también es complicada. El caso es que el mensaje básico de nuestra Transición política está siendo abandonado progresiva y peligrosamente, sin alternativa práctica a la vista. Como Pedro, los políticos actuales están negando al Señor (= los valores de la Transición) pero sin signos de arrepentimiento al no reconocer sus pecados, sus faltas. Van más hacia Judas que hacia Pedro.

Dos son –a mi juicio–los pecados capitales del PP y el PSOE durante estos cuarenta y cinco años: la corrupción y el haber preferido el apoyo de aquellos que quieren romper España, antes que llegar a un acuerdo con el otro partido principal.

La principal causa de la corrupción –adicional a la intrínseca debilidad humana– es el deficiente mecanismo de financiación de los partidos políticos españoles. Hemos querido tener una democracia barata y nos está saliendo carísima. El inmenso poder administrativo tanto a nivel nacional como autonómico o local hace que los hombres y mujeres que lo ejercen sean muy vulnerables a las tentaciones de soborno, especialmente cuando a sus relativamente modestos sueldos se une la excusa de tener que financiar sus partidos políticos. Si roban para el partido y se exponen ¿por qué no van a llevarse algo –o mucho– para ellos?

El preferir el apoyo de nacionalistas y separatistas para los necesarios acuerdos de gobernabilidad antes que negociar con el otro partido ha sido una práctica común tanto del PP como del PSOE. Se podrían alegar muchas excusas durante las vicisitudes de estos largos años con una Ley electoral que no está en la Constitución y que por lo tanto puede ser cambiada. Ley que da un desproporcionado poder a los partidos nacionalistas y que les ha permitido evolucionar hacia un separatismo que, de cumplir sus objetivos, equivaldría a la desaparición de España.

La consecuencia principal de que ni PSOE ni PP hayan reconocido sus dos pecados principales ha sido que a sus respectivas izquierda y derecha han surgido nuevos partidos extremistas: Podemos y Vox, que tratan de corregir los percibidos desvíos de la ortodoxia doctrinal alentando lo más radical, lo más perjudicial, contra el camino hacia el centro donde se encuentra el fundamento de la vida en común de un pueblo diverso –regional, social y económicamente– como es el español. Solo hay dos tácticas básicas en la práctica política: echar la culpa al de enfrente o reconocer los errores propios y rectificar. Ya pueden Uds. suponer cual creo yo es la mejor de las dos. Sobre todo, cuando los dos pecados capitales recaen en partes casi iguales sobre uno y otro bando para regocijo y medra de separatistas y extremistas. Por cierto que los separatistas catalanes y vascos arrastran también una buena ración de corrupción, mientras que los extremistas no han tenido todavía su oportunidad de gobernar y afanar.

Así que mi humilde recomendación para PP y PSOE es: arrepentíos, hacer un acto de contrición por haber sido históricamente corruptos y haberos apoyado en los enemigos de nuestra convivencia y llegar a un acuerdo básico para sacarnos del Covid-19 y sobre todo de la larga crisis económica que seguirá. Para actualizar nuestra Constitución y corregir los excesos autonómicos. Si lo hacéis así, no solo obtendréis el perdón del pueblo español, sino que veréis disminuir la influencia de las organizaciones que prosperan a vuestros extremos y que podrían algún día devoraros. Si no lo hacéis por España, hacerlo al menos para sobrevivir.

No sé si en mi desahogo habré hablado de política o de filosofía de la convivencia. Uds. juzgarán. Yo a partir de aquí volveré a caer en mi letargo político habitual.