Opinión

El falso optimismo como mentira

John Major, el «premier» británico que sucedió a Margaret Thatcher y que también ganó por mayoría absoluta unas elecciones, acaba de decir –quizá como crítica a un Borish Johnson, en el que los conservadores liberales no se reconocen– que «el falso optimismo es otra manera de llamar a la mentira». En España, Pedro Sánchez y su Gobierno exudan optimismo tras la luz verde a unos Presupuestos que, llevado de su entusiasmo, el presidente acaba de afirmar que elevarán el «alma social» de la Constitución. La misma Carta Magna, por cierto, que pretenden dinamitar la mayoría de socios presupuestarios del inquilino de la Moncloa, desde el vicepresidente Iglesias, a Rufián y a Otegi, que ya habla, no de una futura República, sino de Repúblicas –vasca, catalana, etc– en el territorio español.

El optimismo gubernamental con los Presupuestos contrasta con las previsiones de la Comisión Europea, el FMI, la OCDE, Funcas, el Banco de España y BBVA Research. Mientras que las cuentas hilvanadas por la minista María Jesús Montero prevén que la economía española crecerá el 9,8% en 2021, la media de las demás estimaciones ronda el 6% y baja al 5,4% en el caso de Bruselas y al 5% en el de la OCDE. Menos de la mitad, en algunos casos, de lo que proclama el Gobierno que, además, apuntala en el papel sus números con la llegada de 27.000 millones de los fondos europeos de ayuda el próximo año, algo que nadie garantiza ahora mismo. Más aún, esos fondos estarían condicionados a proyectos concretos, que deben ser presentados por el Gobierno y obtener el visto bueno de los organismos europeos. Es decir, ese dinero –que se espera, pero que todavía no tiene fecha– se debería destinar a inversión productiva y no a subvenciones, que es lo que pretende, por ejemplo, Pablo Iglesias, como vía para argentinizar la ecomomía española. El falso optimismo, es cierto, no es más que otra forma de mentira. Mientras tanto, todos pendientes de que jueves el Banco Central Europeo mantenga e incluso amplíe su manguerazo de dinero, sin el que España estaría quebrada o intervenida. Eso sí es axiomático.