Opinión
El «peculiar» vecino
Si existe un negociado de estado en el que no conviene mostrar desavenencias ente oposición y gobierno de turno y donde se mantiene el pacto no escrito de línea única de actuación libre de cuitas partidistas, ese es el de la política exterior salvada alguna excepción-véase el caso de las posturas frente a Venezuela, donde salta alguna chispa. Pero dentro de ese amplio marco de la política de estado existe un caso específico por encima de todos en el que, con independencia del color político del gobierno o del perfil personal de cada presidente, la posición española ha venido siendo clara y meridiana y que pasa por la relación con el siempre peculiar y complicado vecino marroquí en nuestra frontera sur. Un vecino –también aliado privilegiado de occidente– con el que siempre ha habido que trufar la actitud dialogante reflejada en ayudas permanentes, con una firmeza en la negociación que, en el caso de los acuerdos de pesca o inmigración ha llevado interminables horas de debate, por no hablar de otro tipo de firmezas que hubieron de ponerse en práctica con episodios como el de la «invasión» del islote Perejil.
El viaje finalmente aplazado por otras razones de Pedro Sánchez a Marruecos tampoco escapa –cuando se produzca– a la controversia de esa relación afecto/desconfianza y ha sido justamente la condición de coalición en el gobierno que preside la que, ya ha obligado a poner alguna cosa en su sitio, dada la intención inicial –legítima por otra parte– del vicepresidente Iglesias de formar parte de la delegación española. Visita oficial que no es cualquier cosa, mostrándole no en vano desde el inicio al líder de Podemos todo un verdadero y auténtico escaparate en su proyección, pero –cosas de la política– evidenciándole que todavía quedan terrenos en los que, no se puede estar en la misa del consejo de ministros de la nación y al mismo tiempo repicando con las reivindicaciones de partido, en este caso manteniendo una posición respecto al conflicto del Sahara occidental de claro apoyo a los saharauis y en consecuencia de confrontación con un reino alauita que tiene en su mano demasiadas llaves de cajones vitales para España. Sánchez –a cada cual lo suyo– ha reaccionado como tocaba «sugiriendo» a Iglesias el paso atrás que suponía la renuncia a acompañarle en ese aplazado viaje. Bastante tenemos con la inmigración ilegal, la pesca, o Ceuta y Melilla. González, Aznar, «ZP» y Rajoy podrían contarle muchas cosas a Iglesias.
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