Opinión

Gambito de Moncloa

Anya Taylor-Joy es la joven actriz americana, con raíces escoceso-argentinas, no demasiado conocida hasta ahora, protagonista de «Gambito de dama», una de esas series televisivas de éxito en tiempos de pandemia y mucha vida doméstica, y que sin duda también ha visto Iván Redondo, aficionado al ajedrez y estratega de Pedro Sánchez. El «gambito» es una jugada consistente en sacrificar una pieza para obtener ventaja y que tiene multitud de variantes, aunque quizá la más famosa sea la de «dama». El inquilino de la Moncloa y su asesor entendieron, cuando el PSOE no alcanzó sus objetivos electorales a finales de 2019, que su futuro y su supervivencia política pasaban por el sacrificio de pactar con Pablo Iglesias y ceder a algunas de sus exigencias. Sánchez logró asentarse en la Moncloa, pero desde entonces no ha dejado de sacrificar piezas –salario mínimo, alquileres, subida de impuestos, desahucios y lo que vendrá– para mantener su teórica ventaja, a pesar de que Iglesias –que jugaría con negras en esta hipotética partida–, al menos en teoría, no puede ganar y todos lo saben.
El gran temor de Sánchez, desde que inició el gambito, es que el líder de Unidas Podemos incendie la calle contra los socialistas, algo que mientras siga en el Gobierno parece descartado. Iglesias, sin embargo, quizá con la osadía aunque sin el estilo de la protagonista de la serie televisiva, no renuncia a nada y ha iniciado un movimiento imaginativo y envolvente, pero de resultado incierto. El vicepresidente hace buenas migas con Josep María Álvarez, secretario general de UGT, a menudo adornado con pañuelo palestino. Ahora intenta que sea el sindicato socialista el que presione a Sánchez, con la amenaza de movilizaciones incómodas para el Gobierno, para que aborde, por ejemplo, la derogación de la reforma laboral. Además, una posición más beligerante de UGT arrastraría también a CCOO, el otro gran sindicato que dirige Unai Sordo y aumentaría, indirectamente, la presión a un presidente, en teórica cuarentena, que quizá necesite en el futuro algo más que un elegante gambito de Moncloa y sin Anya Taylor-Joy.