Opinión
Dientes
“¡Dientes, dientes!” era lo que recomendaba la Pantoja, como remedo de sonrisa, para enfrentarse a la prensa. Perfectamente hubiese servido la señora para anuncio de pasta dentífrica. En la España de 1950 por no haber, no había ni dientes, no sólo para los viejos que mascaban sus encías muertas de hambre, sino para los artistas de la tele, cuyos dientes de repuesto reflectaban la luz de los focos y se volvían negros en pantalla. O eso cuenta Ana María Álvarez.
Era un tiempo de bocas vacías virtual y físicamente, que esperaban ser llenadas por lustrosas dentaduras. José Domínguez, su marido, que era protésico, las pasaba canutas para conseguir material y pensó en fabricarlo. Los dientes han sido siempre un gran negocio, desde la época en que se recolectaban en los campos de batalla, sacándoselos a los muertos, hasta el tiempo en que se fabricaron de madera o marfil. De doña María Luisa, feísima esposa de Carlos IV, siempre se dijo que llevaba perlas por dentadura, porque la había perdido toda tempranamente.
A la feria de odontología de Frankfurt fue Domínguez con su cosecha. Tuvo tanto éxito que enseguida hubo cola en los pedidos desde Alemania. Un mes tardaba el español, que tenía fábrica en Tielmes, en hacer llegar los dientazos: “Es que son muy grandes, los alemanes, con mandíbulas poderosas”, explica Ana María, que disfruta una memoria prodigiosa a sus 91 años y se ríe como cien cascabeles (supongo que a mandíbula batiente). Los africanos adoran los dientes níveos, igual que los americanos. Los asiáticos necesitan dientes pequeños, según su propia hechura.
El floreciente negocio de Unidesa abarca ahora 64 países del mundo. Es la única fábrica española. Lo que en los 50 y 60 se hacía a mano, ahora sale de un robot que arroja más de una pieza por segundo. Las naves son enormes y muchas las trabajadoras. ¿El pedido mayor? “El que se hizo de Cuba ¡grandes cantidades sin especificar, de lo que hubiese en almacenes! Me imagino la igualdad comunista: mulatos enormes con dientes diminutos y blanquitos menudos con palas ciclópeas. Peor es no tener dientes.
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