
Opinión
Manipulación de emociones
Dominic Cummings ha sido, durante años, el gurú de Borish Johnson, primer ministro británico. Fue el genio –inquietante– que orquestó la campaña para la salida del Reino Unido de la Unión Europea en 2016. «Brexit, la guerra incivil», es el título de la película de Toby Hayes que se podía ver en fin de año en Movistar o Netflix. Con guión de James Graham y Benedict Cumbertbatch como Cummings, desbroza la estrategia del gurú para ganar el referéndum con métodos sofisticados e innovadores –nada tradicional–, apoyados en la utilización de las posibilidades que ofrece el «big data», es decir los casi infinitos datos que existen en las redes de millones de particulares, que son también votantes. Cummings, primero encontró millones de británicos que nunca votaban. Luego los bombardeó con mensajes directos pero imperceptibles a través de las redes sociales. La fórmula consistía en descartar razones y temas prácticos, como la economía, y apelar a las emociones. Manipularlas, en definitiva. Populismo cibernético siglo XXI, que exhibe los trofeos del Brexit y de Borish Johnson como premier británico. Cummings cayó en desgracia al ser pillado mientras se saltaba, con la familia, el confinamiento de la Covid-19, pero ya había hecho su trabajo. Trump, más primitivo y menos sofisticado, pero alcanzó la Casa Blanca gracias a las emociones y a «tuits» burdos y simples Ahora, su berrinche por la derrota se ha saldado con el esperpéntico, tercermundista y antidemocrático asalto al Capitolio. Trump no tuvo un Cummings, pero si un Steve Bannon al que también repudió. La democracia americana, no sin dificultades, ha logrado librarse de Trump, pero no todas son tan robustas y la batalla entre democracia y populismo se dirime en el ciberespacio. Hay mucho populista, de izquierdas y de derechas, que sueña con el «big data» para manipular emociones, hacerse con el poder y mantenerse en él. También en España, Cummings incluidos. De hecho, ya habido ejemplos acaso menores en los extremos izquierdo y derecho. Es publicidad gratuita, lo sé, pero hay que ver «La guerra incivil». Quizá evite otras.
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