Cultura

Psicoterapia choni en Cantora

El síndrome Pantoja la ha convertido en la heroína de la tercera ola

Los expertos en el devenir psicológico de nuestras neurosis han entrado en el que quizá sea para ellos el caso más subyugante del confinamiento, con la facilidad de auscultar por televisión a uno de los protagonistas, el hijo de Isabel Pantoja, ahora que los divanes se quedan solos y desorientados como algunos enfermos sin sus pastillas. Aconsejan sesiones de psicoterapia para los dos, lo que en caso de ser televisadas supondrían ya una tesis de audiencia estratosférica. El caso Cantora es al corazón lo que fue la película «El desencanto», que destapó la herida supurante de los Panero, solo que esta tenía el sello cultureta del malditismo, o el intento «cinema verité» que supuso «Función de noche» en la que Lola Herrera confesaba al público que no había sentido un orgasmo con Manuel Dicenta. Estas se proyectaban en cines de arte y ensayo mientras que en los intermedios de la historia de Paquirrín aparecen parejas casi en pelotas a ver quién lubrica antes, parásitos del sexo en vivo en una versión edulcorada del porno adolescente por internet. El feminismo de la Herrera y el chunguismo pantojil. A cada época su vanguardia o retaguardia, su ismo, el chonismo, por ejemplo. Freud ha vuelto a nuestros salones. El hijo que intenta matar a la madre porque el padre ya está muerto y la sombra castradora de una mujer que enloquece como Norma Desmond recordando todo el día las actuaciones del pasado en una casa sacudida por el viento. El crepúsculo de la diosa que se entretiene dando de comer a los gatos. Qué otra cosa podría esperarse de un tiempo en el que el psiquiatra es el doctor de cabecera.

A cada sesión del hijo le sigue una cifra de varios ceros. Le pagan a él, y no al revés. El zángano del DJ, superadas sus adicciones, y la madre retratada como otra yonqui del dinero, mantienen una hipnosis colectiva en la que participan personajes secundarios como la del tío del chaval que va camino de los cuarenta, infantilismo, que parece el ama de llaves de Rebeca acariciando las batas de cola de su hermana. El síndrome Pantoja la ha convertido en la heroína de la tercera ola solo porque decreta una absoluta distancia social.