Pedro Sánchez

La deuda de Sánchez que pagamos todos

¿Cuánto está dispuesto a pagar Pedro Sánchez? ya no se trata de cesiones tácticas a los nacionalistas en los Presupuestos Generales o en materia educativa, ni de pactos estratégicos con los independentistas, ni tampoco de coser, con hilo grueso para tela de toldo y aguja de peletería, un gobierno y una mayoría parlamentaria “Frankenstein”, las cosas están llegando demasiado lejos.

Si los independentistas catalanes han firmado un acuerdo de compromiso para no gobernar con el PSC, del mismo modo que Ulises se ató al mástil del barco en su viaje, para no sucumbir ante los cánticos de sirenas, ha sido por una razón: que la estrategia de Sánchez era un gobierno liderado por Illa con ERC como socio principal y eso a los republicanos les va mal electoralmente dado que el fugado Puigdemont les pisa los talones desde Bruselas.

Que el exministro de Sanidad se haya negado a hacerse una PCR ha alimentado que unos le acusen de ser positivo y no declararlo, y otros, de haberse vacunado saltando por encima de millones de enfermos vulnerables en riesgo en nuestro país.

Si cualquiera de las dos circunstancias se verificase sería para que dejara la candidatura de manera inmediata. Pero a Sánchez le interesa el poder a cualquier precio, con independentistas y candidato bajo sospecha, si es preciso.

De lo contrario habría roto el acuerdo de gobierno con Iglesias. Mantener como vicepresidente del Gobierno de España a quien, habiendo crecido al calor de populismos semitotalitarios en Latinoamérica, venga a comparar a los exiliados españoles de la Guerra Civil, víctimas de la ruptura del orden constitucional, con Puigdemont que ha intentado romper el orden actual, es una infamia.

Pero la gota que ha colmado el vaso ha sido declarar que en España “no hay una situación de normalidad democrática”, haciendo daño a la imagen y credibilidad de país.

No es de extrañar que haya surgido un buen número de voces que, desde dentro y fuera del PSOE, se hayan unido para firmar un documento exigiendo al presidente Sánchez el cese del vicepresidente Iglesias.

Cuando el líder socialista llegó a la Moncloa, lo hizo por la puerta pequeña de la legitimidad, con 85 diputados y aliado con algunos enemigos del Estado. Si esa manera de llegar tenía precio, no deben pagarlo los españoles porque no es su deuda.

El acuerdo con Podemos es tan perjudicial como estéril. Más allá de las histriónicas salidas de tono de Iglesias y la ineficacia manifiesta en la crisis sanitaria mostrada hasta la fecha, la presencia de la formación política en el Gobierno es otra manera diferente de socavar al Estado.

El PSOE no debe seguir teniendo como aliados o como apoyos parlamentarios a todos aquellos que, por tierra, mar y aire, intentan demoler las instituciones de nuestro sistema.

Detrás de ellos, habrá convicciones ideológicas o razones espurias, da igual, solo sabemos lo que quieren y no nos gusta. Las ambiciones personales no se pagan con cesiones del Estado, las deudas de cada uno que las pague de su bolsillo.