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Ciudadanos
Fusión por absorción
Pudiera resultar más rentable una fusión pactada cuando aún se está a tiempo, que una absorción si llega el momento de la previsible atomización o un desbordamiento cuesta abajo hacia la irrelevancia
Andan en las filas de Ciudadanos –en sus órganos de dirección para ser más exactos– especialmente inquietos por el zumbido tras sus orejas, más que de una mosca, de un auténtico tábano burrero, que en forma de movimientos soterrados vía comidas, citas de café y otros encuentros sumados a algunas indicativas comunicaciones de wasap desvelan una, por otra parte lógica y ya inventada campaña de «puertas abiertas» o si prefieren de «al fondo hay sitio» desde el entorno del PP frente a la hoy muy debilitada formación liderada por Inés Arrimadas. En la cúpula naranja hay temor a la desbandada y –declaraciones de autoafirmación aparte– crece de manera inevitable el gran interrogante a propósito de si pudiera resultar más rentable una fusión pactada cuando aún se está a tiempo, que una absorción si llega el momento de la previsible atomización o un desbordamiento cuesta abajo hacia la irrelevancia. El ejemplo de los últimos comicios en el País Vasco resultó paradigmático en un acuerdo PP-Ciudadanos para configurar lista única que dio con la consecución de dos escaños para los de Arrimadas, impensables de haber concurrido en solitario.
Lo de la irrupción de nuevos partidos en nuestro panorama nacional para acabar siendo estrellas fugaces tragadas por un lago de la vieja política, ni es nuevo ni probablemente dejará de repetirse y sobrados ejemplos tiene de ello nuestra historia más o menos reciente, desde la UPyD de Rosa Díez, pasando antes por el CDS de Suárez, el PSP de Tierno Galván o la mismísima UCD que en vías de desintegración abrió soterradamente el «mercado de fichajes» hacia PSOE y Alianza Popular. Siempre queda un Landelino Lavilla para ser el último en saltar del barco experimentando la amarga sensación de contemplar cómo se hunde. Hoy los movimientos entre aguas comunes de PP y Ciudadanos son más imperceptibles aunque no por ello inexistentes –Villacís ya ha tenido en Madrid que «fulminar» a un infiltrado en labores de captación de tránsfugas– pero según se acerquen unas todavía lejanas citas con las urnas, tanto municipales o autonómicas como sobre todo generales puede que volvamos a comprobar lo más pragmáticamente mundano de la política, que pasa por buscar la sombra de otras siglas para mantener la defensa de unas ideas, o siendo más exactos –porque no todo el mundo se marcha a su casa– para seguir manteniendo o aspirando al cargo público. Es el escalofrío que recorre la zona lumbar de Ciudadanos.
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