Religion
Amanece en Calcuta
Defendía a los leprosos, esos que llegaron a estar estigmatizados
Hoy se estrena en 66 cines de 45 ciudades de toda España una película necesaria para el alma porque da esperanza y ofrece poderosos mensajes que alimentan el espíritu. “Amanece en Calcuta” es uno de esos largometrajes que tienen un impacto extraordinario en el espíritu de quien la disfrute. Y es que sales del cine con ganas de creer. Y no hay duda de que la fe es un auténtico tesoro.
La película de José María Zavala sobre la Madre Teresa y su impacto en los que la conocieron es un cántico a quien entregó su vida a los más pobres.
“Amanece en Calcuta” cuenta vivencias con ella a quien definen como una mujer fuerte pero con aparente fragilidad. Disciplinada. Germánica. Trataba a todos igual. Inspiradora. Definida como la mujer de “la dulzura y la exigencia”, sacaba la fuerza de la oración. Fruto de la fe. El amor. El servicio. La Paz.
Su salud era a veces frágil pero era tan sacrificada, que llegaba a todo con una gran sonrisa auténtica. Se ocupaba de lo ordinario con amor y por amor.
Algunas de sus frases imborrables son: “Ama a los pobres”; “Ama la familia. A los niños. La vida”; “La oración me da la fuerza para seguir”;
Era muy exigente pero con una dulzura extraordinaria y muy austera. Dicen que le bastaba solo con dos saris y que huía de los protagonismos. Defendía a los leprosos, esos que llegaron a estar estigmatizados. Les preparaba para morir como un ser humano, no como animales. Veía también en ellos el amor de Dios.
No le gustaba demasiado la prensa pero era tan mediática que, dicen, decidió hacer un pacto con Jesús: que saliera un alma del purgatorio por cada foto que le hicieran. Dicen que su determinación asustaba pero ese espíritu y carácter fueron clave para poder ayudar a “los invisibles”. Puso incluso voz a los millones de bebés no nacidos. Siempre quiso poner luz y verdad en un mundo de oscuridad y mentira.
Seguiremos recordándola con esa fortaleza que lo consigue todo y fiereza en la mirada. Me quedo con uno de sus necesarios mensajes eternos: ”Sonríanse unos a otros”.
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