Pablo Iglesias

Iglesias, el nuevo reportero

«Si a él lo que siempre le ha gustado es la televisión», Moncloa dixit.

En Moncloa siguen todavía celebrando la silla vacía de Pablo Iglesias en el Consejo de Ministros. Es tanta la alegría que les inunda que una les escucha y se imagina en Moncloa la larga mesa que recibía a los guerreros vikingos en el Valhalla, con los ministros de las dos partes, socialista y de Podemos, brindando con grandes cuernos llenos de delicioso hidromiel y enorme porciones de carne de jabalí entre sus manos. En una esquina, fuera del festín de los héroes que se sienten supervivientes de Iglesias, se dibuja la ministra Ione Belarra, pero con ella no se sentarían el resto de representantes de la teórica cuota morada del Gabinete.

Este énfasis, con el que en los entornos de Pedro Sánchez hacen brillar el largo festín de la despedida de Iglesias, cada vez tiene menos efecto sanador para curar milagrosamente las terribles heridas del Gabinete de coalición. Todos los malos presagios que se advierten a su alrededor pasan desapercibidos para Sánchez y sus brillantes escuderos, que se comportan como si se sintieran del grupo de guerreros favoritos de Odín. Aquellos, a los que, en recompensa a su devoción, el Dios cuidará especialmente, volviéndoles invencibles y alejando su última hora («política), que llegará, pero no antes de 2023. O así sueñan en Moncloa porque es para cuando sitúan la ejecución de los ajustes y recortes que obligarán a quien habite entonces La Moncloa a mirarse en el espejo del presidente Rodríguez Zapatero, cuando por imposición de la UE tuvo que aplicar el mayor recorte social de la democracia. La suerte está echada, y la fuga hacia delante de la política económica no dará más de sí cuando Bruselas decida, igual que ocurrió en 2010, que toca hacer cuentas. Antes de terminar 2023 la UE obligará a España a sanear la casa, o si no lo hará ella. Pero esa corte que rodea al presidente, y que se siente protegida por la gloria de la distinción de Odín, no teme por la furia del «hambre» del mañana. Hoy están satisfechos y felices con el sonido del cuerno que creen que les augura que todavía tendrán muchas más ocasiones para reanudar los festines. Y por eso se vanaglorian de que Iglesias dejará la política después de las elecciones de Madrid. Para dedicarse, eso cuentan, «a ganar más dinero del acumulado en política con documentales sobre los problemas del mundo». «Si a él lo que siempre le ha gustado es la televisión», Moncloa dixit. Y todos felices.