Política
Las tres vidas de Iglesias
«Del Subcomandante Marcos al chamanismo político: el show debe continuar»
Eclipsado por el mito del Subcomandante Marcos, un joven profesor universitario puso rumbo a México a comienzos de los dos mil para conocer las tácticas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Lejos de aspirar a desentrañar los secretos militares del grupo armado, lo que pretendía era absorber sus estrategias de agitación y propaganda «por su capacidad para generar mensajes». El joven profesor era, claro, Pablo Iglesias y su objetivo, obviamente, alcanzar el poder y (a ser posible) perpetuarse en él. Se empapó de los artificios comunicativos, terminó su tesis y decidió poner en práctica lo aprendido en América Latina a muchos kilómetros de distancia: en la España surgida del consenso del 78. Si en el siglo pasado fueron los artistas quienes intentaron llevar el escándalo y la ofensa a la sociedad, un determinado tipo de político, el populista, se ha apropiado del método y lo ha exportado a la vida pública, pervirtiéndola y distorsionándola. Suplantando el papel del creador, pero jugando con lo común, con lo de todos. Es lo que el antropólogo Carlos Granés considera una traslación de los provocadores movimientos artísticos que siguieron a la Primera Guerra Mundial, como el dadaísmo. La coyuntura de un país sacudido por la Gran Recesión permitió a Iglesias, hace ahora una década, capitalizar el 15-M y poner en marcha su personal performance de veleidades rupturistas que le llevó hasta la mismísima Moncloa. Quizá ese fue su mayor error, pero no, desde luego, el único: ni la España surgida de la Transición es Latinoamérica ni estamos en 1936. Madrid se lo ha dejado claro. Y en esas simbiosis que a veces enlazan con los ídolos, anuncia su marcha de la política en una reinterpretación de la despedida del Subcomandante Marcos que, tras ser profesor y líder insurgente, se aferró a una tercera oportunidad, cambió de nombre y optó por un perfil bajo: «Serán mis últimas palabras». Iglesias, en cambio, no ha adelantado ningún voto de silencio en su alocución pos 4-M. Después de su paso por las aulas de la Complutense y sus posteriores entretenimientos de chamanismo político, aún le queda una tercera vida: el show, pensará, debe continuar.
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