José María Marco

Colón nos indica el camino

Hasta Colón suelen llegar las protestas cuando los gobiernos socialistas traspasan una línea intocable para la sociedad española

En muchas grandes ciudades, hay espacios que cobran un significado particular porque están relacionados con una celebración o un acto político. En Madrid tenemos varios: Cibeles, Neptuno, la Plaza de la República Dominicana (por los actos de terror nacionalista), la Puerta del Sol… y la Plaza de Colón. Y no es que Colón tenga un particular sesgo partidista. Es que se ha convertido, por tradición, en el escenario de las grandes protestas… en contra de los gobiernos socialistas. Habrá quien lo relacione con una actitud derechista, pero no es así. Hasta Colón suelen llegar las protestas cuando los gobiernos socialistas traspasan una línea intocable para la sociedad española (es decir, una parte tan importante de la sociedad española que el poder no pueda prescindir de ella).

Como es natural, los gobiernos, socialistas o sancho-socialistas, intentan cambiar el significado de lo ocurrido allí. Como los españoles hemos sido sumamente dóciles, la última vez lo consiguieron e hicieron del eslogan de la «foto de Colón» una suerte de tabú. En realidad, y a pesar de un comunicado mejorable, aquella concentración resultó todo un éxito y terminó con la mesa de negociación entre Cataluña y España, y con el proyecto del «relator» o árbitro internacional. Salvo el PP (por razones que no tenían nada que ver con la concentración), todos los partidos participantes salieron beneficiados.

Hoy, la situación es muy distinta de la de aquel mes de febrero de 2019. El Gobierno, que por un momento pareció creer que saldría indemne de lo ocurrido desde que se declaró el covid, se está derrumbando en la opinión pública. Sin embargo, no ha encontrado mejor ocurrencia que continuar con su proyecto de alcanzar –al igual que entonces– una solución pactada con el nacionalismo para el problema catalán que ponga en peligro la soberanía, la unidad y la dignidad de la nación y el Estado españoles.

No hay por qué pedir a la oposición que mantenga una posición unánime ante el problema de fondo. Parece probable que a partir de ahora el PP pondrá el acento en la recuperación del Estado de las Autonomías tal y como lo conocimos antes del «procés». VOX, en cambio, apuesta por una revisión a fondo de una forma de organización del Estado que el «procés» ha puesto en cuestión porque no ha sido capaz de frenar los impulsos separatistas y de nacionalización –más bien los ha incentivado– sin reforzar la unidad de la nación. La divergencia es importante en el diagnóstico y en las estrategias. Ahora bien, estas diferencias, que van a definir el futuro de la derecha española, no tienen por qué deslucir la próxima manifestación en Colón. Frente al proyecto socialista, que entraña una pulsión suicida para el país y el propio Gobierno, a los partidos que acudan a ella les une el rechazo de una actitud y la defensa de lo que es común a todos: eso mismo que con tanta belleza se despliega en Colón, con su magnífica bandera nacional amparando a quienes quieren seguir siendo españoles.