Opinión

El primer Luisvui de Sánchez

Sánchez también quiere tener su primer Luisvui, bolso de Luis Vuitton, de la mano de Joe Biden o de unos indultos, en contra del informe del Tribunal Supremo a personajes que no lo merecen ni se arrepienten. Pero él quiere tener su primer Luisvui, como el regalo de una madre a su hija, que se hizo viral este fin de semana, por haber hecho bien el examen de selectividad.

Al menos la joven era merecedora de dicho obsequio por haber hecho bien la prueba, y aún así fue defenestrada porque la envidia es muy mala. En el caso de Sánchez no es envidia porque ni lo de Biden ni lo de los indultos le ha salido bien. Más que envidia lo que ha desatado es rabia, vergüenza y humillación.

Tenemos un presidente que más que un mandatario parece un adolescente eludiendo las responsabilidades impuestas, que se resumen en mejorar el país que uno preside, y cambiando las normas a su antojo porque las que hay le incomodan y no le sirven para su propósito que es conseguir su primer Luisvui.

Sánchez creía que con ser progresista y hablar bien el inglés eran razones suficientes para consolidar una relación de iguales con el presidente, nada más y nada menos, que de los Estados Unidos. Qué apuro de vídeo, más que un encuentro fue un mal encuentro, el americano ni hablaba ni miraba a la mosca cajonera que pretendía anidar a su lado.

Pero era tan grande el capricho de Sánchez por obtener su primer Luisvui que los 30 segundos de soliloquio dieron de sí para hacer una valoración exhaustiva de una conversación que no existió, y un encuentro que no se dio. Tantas expectativas puso Moncloa en el encuentro que como dijo Napoleón de lo sublime al ridículo no hay más que un paso.