Cataluña

Paisaje con covid

Comparado con lo que ocupan esas masas colosales de cielo, mar y tierra, el hueco de aire que cualquiera de nosotros individualmente separa y desplaza en la atmósfera es casi ridículo

Anteayer, como colofón de las vacaciones de verano, me acerqué hasta el Pedró, el mirador favorito de Josep Pla que se encuentra en la población ampurdanesa de Pals. Hacía mucho tiempo que no visitaba el sitio. Es el lugar donde el mejor escritor catalán del siglo veinte gustaba de llevar a sus amistades para enseñarles, en una sola mirada, cómo algunos paisajes maridan de una manera natural cielo con tierra. Desde ese lugar, en un amplísimo golpe de vista de ciento ochenta grados, se abarca la montaña del castillo de Montgrí –con su inconfundible forma de envase lácteo femenino– y también las cumbres de los pirineos entre las que destaca de fondo el Canigó. Al otro extremo, a la derecha, se vislumbra el cabo de Creus y, ante él, el cabo de la Barra señalando a las islas Medas, divisables sobre una gran extensión de mar, límpido y diáfano.

Subir a un lugar alto para intentar abarcar el paisaje que nos rodea es algo innato en el ser humano. Cuentan que es un atavismo de nuestra época de cazadores, cuando buscábamos localizar presas para alimentarnos. Puede que así sea, pero estoy convencido que, desde hace dos siglos, la motivación de esa conducta ha variado y que el objeto de estas ascensiones panorámicas es ya más filosófico que nutricio. Anímicamente, subir a un lugar como el mirador de Pals y sentir el efecto sensorial del fastuoso despliegue del paisaje, lo que nos hace percibir es, automáticamente, el insignificante lugar que representamos sobre la tierra. Comparado con lo que ocupan esas masas colosales de cielo, mar y tierra, el hueco de aire que cualquiera de nosotros individualmente separa y desplaza en la atmósfera es casi ridículo. Somos los microbios del paisaje, o más bien sus virus, en la medida que nos hospedamos en él y, muchas veces, lo destruimos. Por eso, ante la insufrible petulancia de aquellos que se ponen a sostener que la pandemia es una conspiración del fondo monetario, o que existen alienígenas conduciendo platillos volantes sin controles de alcoholemia de la DGT, el Pedró nos recuerda que nuevos virus seguirán cíclicamente apareciendo para testimoniar nuestra insignificancia.