Opini´´on

La última palabra

Notas del 3 de septiembre. Durante meses, a Olatz Vázquez le dijeron que lo suyo no era nada grave. Hoy hemos sabido que ha muerto. Contó su cáncer gástrico en Twitter donde colgaba fotos en las que se fue haciendo frágil y leve, casi el espíritu que es hoy. Aborrezco la retórica de la pelea contra la enfermedad y el adjetivo de luchador contra el cáncer, como si curarse dependiera de uno, como si uno muriera de cáncer por no echarle suficiente valor.

Un rato antes de recibir la noticia, he dejado Macarena en el colegio, con la mochila nueva y los puños apretados por los nervios y la ilusión, tan lejos y tan cerca de la foto en la que Olatz se rapaba la cabeza cuando su primer tratamiento. He perdido a la niña entre el gentío de padres que celebran la liberación de verse sin sus niños después del verano. Se imagiban al fin solos en casas silenciosas sin rabietas, ni juguetes de por medios y me han resultado terribles.

En mitad de esa celebración, allá lejos, junto a la puerta, pasó como un fogonazo el ojo azul Cantábrico de Macarena y al momento la volví a perder. Por costumbre permanezco un tiempo frente al colegio cuando la niña ya se ya se ha ido por la puerta, no sea que ella de pronto regrese y se dé cuenta de que yo ya me largado. Me gustaba mucho cuando ella creía que, mientras daba clase, yo pasaba el día en la puerta esperándola.

Antes de partir en su último viaje a Sevilla, herido ya de muerte por la enfermedad, mi padre se sentó en mi cama al amanecer y me confesó que siempre había estado orgulloso de mí. Yo no tuve valor para decirle que yo también estaba orgulloso de él y permanecí en silencio. No volvimos a hablar. Desde entonces, cuido las despedidas. Saberse vivo es comportarse como si cada hasta luego de tus hijos fuera el último, así el destino, que es astuto y cabrón, no te roba la última palabra.

La vida no es un viaje porque nadie llega a puerto. No tiene un final, solo se acaba, se corta, se rompe, naufraga. La vida siempre te deja con la palabra en la boca, así que procuro cada día una frase para el recuerdo de los niños, y les repito la misma por si es la última. “Buenas noches: te voy a querer siempre. Pase lo que pase. Hagas lo que hagas”.