Política

Fallos literarios

Cuando una sociedad se desliza hacia lo cáustico como forma de relación pública es mala señal

Está semana un concejal del partido de Laura Borràs en Port de la Selva (Gerona) ha criticado la forma de vestir de una diputada de Ciudadanos. Por lo visto, la consideraba demasiado informal para el parlamento. Lo peor es que esa disconformidad la ha expresado comparando tal forma de vestir con las propias de unos prostíbulos, en concreto unos clubs que al parecer se hallan en la carretera de la Junquera. Una afirmación un tanto denigrante. Es indudable que el concejal aspiraba a ser irónico, pero ha cometido el clásico fallo literario que es no dominar esos registros y pasarse de frenada colocándose en lo cáustico, en la denigración y falta de respeto a los demás.

Como si fuéramos Cyrano de Bergerac, deberíamos refrescarle un poco la memoria sobre qué es la ironía. Ironía es preguntar: ¿cómo conoce él las formas de vestir de los clubs de carretera de la Junquera? ¿de primera mano o de oídas? ¿usa la imaginación o parte de un conocimiento concreto fruto del trabajo de campo propio de un investigador? Eso sería indudablemente irónico.

Para ponerle, en cambio, un ejemplo de lo que sería deslizarse de lo irónico a lo cáustico, podríamos decir lo siguiente: yo puedo entender con cierto grado de benevolencia que el concejal confunda por similitud el parlamento regional y una casa de citas. Pero eso no es debido a la indumentaria de las diputadas, sino probablemente más bien a las indecencias que hemos visto que sucedían entre esos muros en los últimos años. ¿Entiende usted la diferencia?

Yo personalmente prefiero la ironía; cuando una sociedad se desliza hacia lo cáustico como forma de relación pública es mala señal, sobre todo en lo que a salud emocional se refiere. En cualquier caso, señor concejal, si usted se trastorna demasiado al comprobar que las diputadas poseen busto, aparte la vista. Ya tiene usted una edad como para saber que las señoras tienen pechos y no defenderse de la sorpresa de ese impacto pretendiendo taparlos. A estas alturas, sorprende comprobar que ahora el concejal descubre la ubre. Y esto no es ni ironía, ni sarcasmo; es tan solo un juego de palabras.