El desafío independentista

Deriva anticonstitucional

La indiferencia del Estado ante hechos tan graves, y el deslizamiento de la Conferencia de Rectores hacia la abstención y la neutralidad indican la gravedad de lo que está ocurriendo en nuestro país.

El pasado 6 de octubre, los miembros de S’ha Acabat! sufrieron un ataque en el campus de la Universidad Autónoma de Barcelona, donde habían instalado una carpa para exponer al resto de los estudiantes su oposición al nacionalismo, cada vez más agresivo en las Universidades catalanas. Como es bien sabido, S’ha Acabat es un grupo proespañol y constitucionalista, formado en 2018, tras el intento de golpe de Estado secesionista, para articular una posición ante el movimiento antiespañol y anticonstitucional del nacionalismo. No es la única, aunque destaca por la juventud de sus miembros y su disposición a asumir responsabilidades y posiciones extremadamente gravosas, para su presente y su futuro e incluso peligrosas para su integridad física. A pesar de su juventud, ya tienen un largo historial de agresiones, como una muy similar a esta ocurrida en 2019.

Los hechos han sido condenados por muy diversas asociaciones y partidos políticos, desde Vox a C’s y el PP, Sociedad Civil Catalana (SCC), Unión de Mossos por la Constitución (UMC), Veu dels Catalans, Impulso Ciudadano, la Asamblea por una Escuela Bilingüe… Toda una pléyade que indica que la sociedad catalana no está dispuesta a callarse y agachar la cabeza ante el vandalismo.

Otros muchos se han abstenido. Entre ellos figura, como era de esperar, la ultraizquierda que gobierna Barcelona y los socialistas que tanto empeño ponen en lo que llaman el diálogo y el cierre de las heridas. También está el Ministerio de Universidades, al que estos problemas no conciernen, aunque el silencio no debe extrañar a nadie, encabezado como está por un personaje que considera que toda lo relacionado con la defensa de España de la integridad de España y de la Constitución es nacionalismo español. Y en las mismas filas milita la Universidad Autónoma de Cataluña, cuyo rectorado se ha limitado a emitir un comunicado que condena la violencia, sin más. Así da a entender que los agredidos de S’ha Acabat! son tan violentos como los vándalos nacionalistas y separatistas. En esencia, la Universidad es un espacio de tolerancia y de intercambio, donde vale cualquier opinión que esté fundamentada y está excluida cualquier violencia. La UAB se ha apuntado a su destrucción y a la de la enseñanza liberal.

Por eso ha resultado más sorprendente el comunicado de la Conferencia de Rectores (CRUE), que retoma la línea argumental y el tono de la declaración de la UAB. El Foro de Profesores, otra organización no partidista e informal nacida después del golpe de Estado secesionista, ha aclarado hasta qué punto la CRUE está cerca de asumir una responsabilidad en la deriva que se está produciendo en nuestro país. Deriva que afecta a la vida política, pero también a las instituciones más valiosas para la convivencia y la vida civilizada, como deberían ser las Universidades, y protagonizada, en este caso, por quienes son sus máximos representantes.

La indiferencia del Estado ante hechos tan graves, y el deslizamiento de la Conferencia de Rectores hacia la abstención y la neutralidad indican la gravedad de lo que está ocurriendo en nuestro país. Es cierto que movimientos como S’ha Acabat! y el Foro de Profesores, y otros muchos antes citados, indican la vitalidad de la sociedad española ante la barbarie. La posición de las administraciones y de las grandes instituciones señala, sin embargo, otra cosa. Y es que probablemente, en la cultura oficial y en las elites gobernantes nunca desde los años ochenta la izquierda y el nacionalismo habían sido tan fuertes. El hecho debería dar qué pensar a los partidos que aspiran a relevar al actual gobierno, si es que de verdad quieren arrancar un ciclo nuevo.