Opinión
La absurda guerra interna del PP
Como con Aznar o Rajoy, la historia se repite, pero la fotocopia del esquema conspirativo es de peor calidad que la anterior
La crisis interna de los populares es el tema sobre el que más me preguntan. No hay comida o reunión en la que no salgan las discrepancias entre Ayuso y Casado. Churchill era un fino intelectual, dotado de una amplia cultura y un ingenio insuperable. En cierta ocasión le preguntaron qué opinaba de los franceses y contestó: «Lo siento, pero no conozco a todos los franceses». Me pasa lo mismo con los militantes y votantes populares, pero nunca me había sucedido que un tema fuera tan recurrente. A la gente le sorprende que el PP haya entrado en un bucle tan extraño en un momento tan propicio como muestran todas las encuestas. Sánchez tiene un panorama complicado y la calle está en ebullición con las protestas de los numerosos sectores maltratados por la errática política gubernamental. Todo indica que la sexta ola de la covid será otro grave contratiempo, aunque nos encontremos en mejor situación para controlarla. El fuerte crecimiento de la deuda y el déficit público lastran la ansiada recuperación y esa teoría de gastar y gastar como si no hubiera un mañana es un enorme despropósito.
La sociedad se ha instalado, como sucede en muchos países europeos, en una cultura del consumismo y la exigencia de derechos y privilegios. Molesta mucho que se diga, porque nadie habla de sacrificios y esfuerzos. El concepto de mérito y capacidad se considera obsoleto, porque parece que lo ideal es convertir a los interinos en fijos o pasar de curso sin necesidad de aprobar. Por ello, el Gobierno se dedica a repartir dinero, aunque en ocasiones se limita a anunciarlo y luego no se concreta en nada como sucede con los afectados del volcán de La Palma, para complacer a sus socios y votantes. El dinero no sale gratis de los cajeros, sino que hay que tenerlo como consecuencia del trabajo que se realiza. Es algo que se puede aplicar al sector público. Al igual que no podemos endeudarnos ilimitadamente, sino que debe responder a nuestra capacidad de hacer frente a los recibos mensuales, cabe esperar que las administraciones públicas, como hacen las empresas, asuman aquello que podrán afrontar. No es así. El nivel de endeudamiento es espectacular y no para de crecer. En cualquier momento cambiarán los aires en la UE y tendremos problemas, espero que no vuelvan a ser de deuda soberana. La idea de la solidaridad ilimitada del centro y el norte de Europa me temo que tiene una fecha de caducidad.
En esta situación tan compleja se necesitan políticas rigurosas y poner coto al despilfarro nacional. Es cierto que es un planteamiento muy impopular, pero no por ello menos adecuado en estos tiempos. España necesitará un gobierno sólido y cohesionado después de las elecciones generales, pero el PP está desaprovechando una gran oportunidad con esta absurda lucha larvada por la presidencia regional de Madrid. Lo digo con todo el respeto, pero es una enorme estupidez. Con los líos que tiene el Gobierno, tanto dentro como fuera, ahora resulta que lo único prioritario es conocer la evolución del juego de tronos y si ganará Casado o Ayuso, cuando es evidente que ambos perderán si el conflicto no finaliza con un acuerdo que ofrezca una salida digna a los contendientes.
En el resto de España, el partido está unido y se ha completado el proceso de reorganización territorial. A la vuelta de la esquina están las municipales y autonómicas, aunque sigue existiendo la posibilidad de un adelanto en Andalucía. Moreno lanza el mensaje de que no quiere hacerlo, pero en estas cuestiones nunca hay que creer a los políticos, porque la decisión depende de muchas variables. La gran pregunta es si se ha llegado a una situación sin retorno y creo que no. La conspiración para acabar con Teodoro García Egea y debilitar a Casado no tiene recorrido. Me recuerda lo que sucedió, también sin éxito, con Aznar o Rajoy. Esa idea que promueven de que Egea quiere ser califa en lugar del califa, como le sucedía al visir Iznogoud en el comic de René Goscinny, es, sencillamente, una gran estupidez. Ni Casado es un personaje pasivo y sin carácter como Harún, ni Egea es traicionero como el visir.
Los conspiradores de salón intentan debilitar a Casado y lograr que le sustituya Ayuso, porque sería, como en su día se dijo de Gallardón con Aznar o Aguirre con Rajoy, quien consiga la gran victoria del PP frente a Sánchez. La historia se repite, pero la fotocopia del esquema conspirativo es de peor calidad que la anterior. La exageración o la manipulación son siempre instrumentos útiles para sembrar la cizaña. El juego de mover la silla a Casado es una enorme irresponsabilidad que solo beneficia al líder del PSOE. Es lógico que la dirección nacional defienda un principio de autoridad y unidad de acción, porque lo contrario sería letal. Por ello, la conciliación, una palabra muy de moda, pasa por encontrar el equilibrio entre la decisión de Ayuso de presentarse como candidata a la presidencia regional y la imprescindible integración de los principales alcaldes, empezando por el propio Almeida, y otros dirigentes en el ejecutivo resultante del futuro congreso. La alternativa es que se presenten dos o más candidatos y que los militantes tengan que elegir provocando que la crisis sea todavía más grave. Es bueno recordar, una vez más, lo que sucedió con Aznar y Rajoy en clave interna y en las urnas, pero, sobre todo, con sus imaginarios rivales promovidos desde los medios de comunicación. Ninguno llegó la presidencia del gobierno.
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