Autonomías

Dinero para las autonomías

Esto del Sistema de Financiación Autonómico no va de derechas o izquierdas, sino de la pasta que se puede sacar

El tema del dinero para las autonomías está cobrando un vuelo político inédito, al punto de que se acaba de formar un G-8 en el que participan los gobiernos de la mitad norte de España, además del castellano-manchego y el extremeño. Es el club de los que, con el modelo actual, reciben la mayor financiación per cápita, excepción hecha, naturalmente, del País Vasco y Navarra que, con el sistema foral, exprimen la vaca estatal de manera extraordinaria. Claro que también se ha constituido un G-2 que reúne a los ejecutivos valenciano y murciano, que están entre los que obtienen menos recursos, sin ser los únicos. Como se ve, estas peñas son pluripartidarias y en ellas no está ninguna de las regiones más ricas del país. O sea que esto del Sistema de Financiación Autonómico no va de derechas o izquierdas, sino de la pasta que se puede sacar. Y lo cierto es que ambos grupos de lo que discuten es del concepto de población ajustada, un arcano que constituye la clave de bóveda del asunto. Para entendernos, el debate va de cuánto vale más un viejo –que consume mucha sanidad– o un jovencito –al que hay que educar aunque él no quiera– frente a una persona de edad mediana; también de si es más barato dar servicios en un territorio pequeño que en uno muy grande; y lo mismo si hay muchos pueblos o pocos; o si lo de ser una isla aumenta los costes.

Seguro que el lector entiende que, en esto, cada uno tira para su coleto y que ponerse de acuerdo es casi imposible. Por eso hace falta un gobierno que ponga un poco de racionalidad y bastante de autoridad; y que además meta más pasta para aliviar los descontentos. Claro que lo más curioso es que, con el actual sistema, si todos los dineros se sumaran en un solo fondo a repartir –en vez del guirigay de esas bolsas de suficiencia, cooperación y competitividad, de eufemísticas e incomprensibles finalidades, que hay ahora–, entonces resultaría la casi igualdad entre todas las regiones de régimen común, sin vascos y navarros. Pero ya se ve que los que ahora salen ganando no quieren equipararse con los demás.