Cayetana Álvarez de Toledo

La bella sin alma y la derecha imposible

El libro de Cayetana, que leen a hurtadillas los populares, aporta ideas sólidas y morbo, pero en política hace falta más

Cayetana Álvarez de Toledo, diputada del PP por Barcelona, se define como «arisca y antipática, ¡insoportable!» en su libro, titulado, con oficio y provocación, «Políticamente indeseable». En Génova, la sede del partido de Pablo Casado, esquivan admitir su lectura, pero luego, al margen de miradas delatoras, escrutan las páginas en busca de morbo y detalles, sobre todo después de que Cebrián, Juan Luis, lo ponderara en El País más iliberal de su historia, «cosas veredes, amigo Sancho», algo que por cierto nunca escribió Cervantes y que procede de «Mío Cid». El libro, alumbrado por una profesional de la escritura –se nota y se agradece, a pesar de altibajos y algún que otro «a nivel» imperdonable–, es una obra tan pasajera como notable, reveladora y muy interesante. Es también –uno de sus atractivos–un ajuste de cuentas político incruento, descarnado y erudito con algunos dirigentes de su partido político, que recuerda aquello que Churchill le explicó a un joven parlamentario novato: «en la vida hay amigos, conocidos, adversarios, enemigos y compañeros de partido».

La «antipática» Cayetana, tildada la «la bella sin alma» por compañeros de partido, confiesa que no suele tener miedo y que por eso no es valiente. Quizá por eso, la marquesa, porque es marquesa, desde su otra aristocracia también distante, la intelectual, esboza un retrato atinado de los vicios y defectos del moderno centro-derecha español que le hacen tropezar en la misma piedra –salvo un instante en la época Aznar– desde la Transición. El ex-ministro Díaz Ambrona, desgranó el año pasado los orígenes de ese lastre en «Las transiciones de UCD: triunfo y desbandada», mientras que Rajoy en su «Política para adultos», bien escrito pero sin llegar al estilo de Cayetana, aporta más claves. La diputada por Barcelona, a pesar de su rabia de socavón, cree que en España hay futuro para «un orden liberal, el único deseable». El problema, que quizá también tuvo Rajoy, que no afecta a Isabel Díaz Ayuso y que Pablo Casado –obligado a preservar su autoridad– debe embridar, es que para ganar más elecciones el PP tiene que dejar de mirarse al ombligo y, además de defender ideas sólidas, poner alma en el empeño. Hasta entonces, la bella sin alma y el centro derecha imposible.