España

Los suicidas

No seamos cómplices del silencio. Saltemos las vallas de los camposantos de casi todos los medios que imponen susurros por respeto o vergüenza

Verónica Forqué se suicidó. No murió de forma accidental ni fue el fin de un proceso doloroso que suele asociarse al cáncer. Resulta casi imposible entrar en la mente de un suicida. A saber cuál fue el último pensamiento de la actriz, dónde se enredaba su mente mientras caminaba hacia la muerte y se dejó colgar los ojos para siempre. Hay algo que debemos agradecerle: que no se oculte la causa de su último capítulo y que el suicidio no sea solo asunto de enajenados o de pasiones vestidas de romanticismo con una ruina de fondo. De alguna manera, Verónica es también Sócrates, Séneca y los 3.941 personas que se quitaron la vida en 2020, según las últimas estadísticas, que diría Dámaso Alonso.

España es un país con casi 4.000 cadáveres que decidieron serlo mientras los que aún quedamos por aquí nos retorcemos en la cama cada noche para no pensar en los nichos que están por llenarse, más de dos cada día, por voluntad propia, ante una perplejidad digna de psiquiatra. Tal vez seamos los que aún nos aferramos a la vida quienes estamos enfermos por no comprenderlo y no darles voz a los que ya no tienen.

El suicidio es tabú de adjetivo secular. Por los siglos se han esparcido sus cuerpos fuera de los cementerios y las religiones han condenado sus restos al infierno. No seamos cómplices del silencio. Saltemos las vallas de los camposantos de casi todos los medios que imponen susurros por respeto o vergüenza. No por no hablar de ello dejará de suceder. Puede que hasta aumenten los casos. No se trata de psiquiatrizar lo que es la vida, que es sufrir en muchos casos frente a la microsonrisa de un «selfie». Pensamos que una lágrima es una enfermedad en lugar de una salvación. No sé si una estrategia de prevención del suicidio resultaría eficaz o acabaríamos enredándonos en esos debates bizantinos de dónde empieza la enfermedad mental y dónde la mente loca por vivir o morir. En cualquier caso, hablemos por los que aún no han cruzado el puente o han firmado la última receta.