Tribunales

Alguien calumnió a Josep K.

No es raro que, después de tanto tiempo explotando el falso «Watergate» de turno, el caso quede en nada, como acaba de ocurrir en Valencia con Camps y Rita Barberá

En «Trasuntos de España», hablando del buen juez, escribe Azorín: «La Justicia, la Justicia pura, limpia de egoísmos, es una cosa tan rara, tan espléndida, tan divina, que cuando un átomo de ella desciende sobre el mundo los hombres se llenan de asombro y se alborotan». Lleva más razón que un santo. Esa arcangélica aspiración resulta a todas luces imposible cuando la Justicia se enfanga en la política como viene ocurriendo en España de un tiempo a esta parte. Unos partidos se erigen en acusación particular de otros no con ánimo de hacer Justicia sino para sacar provecho electoral. Se montan de este modo operaciones escandalosas, bautizadas normalmente con nombres en inglés por los entusiastas y, con frecuencia, adictos policías dedicados al caso. Después se quebrantan sistemáticamente los secretos de sumario, sin que pase nada, filtrando con cuentagotas datos, indicios y papeles a la prensa amiga para que disfrute de la exclusiva meses y meses y en los casos más llamativos, años y años.

No es raro que, después de tanto tiempo explotando el falso «Watergate» de turno, el caso quede en nada, como acaba de ocurrir en Valencia con Camps y Rita Barberá. Pero el mal ya está hecho y no tiene remedio. Como escribe Kafka, en «El proceso», «alguien ha debido calumniar a Josep K., porque sin haber hecho nada malo, fue arrestado una mañana». Pero lo más perverso es la duración interminable de estos procesos políticos, que habría que resolver con sentido común y con las layes en la mano por la vía rápida para que la Justicia no contribuya sin querer a enfangar, aún más, con su insoportable actuación, a la prensa y la política.

Me parece que la única ventaja de esta utilización perversa de la Justicia al servicio de intereses partidistas o ideológicos es que ya cansa. Confieso que personalmente, a pesar de mi enfermizo interés por la información, he dejado de prestar atención a las «investigaciones» periodísticas sobre «Gürtel», «Kitchen», Bárcenas, Villarejo o los enredos de la Corina para complicar la vida al rey Juan Carlos. Mi reacción automática es la de pasar página. No me interesan. Siento vehementes dudas sobre su imparcialidad. Es una mezcla de prevención y hastío. También he de confesar que disfruté mucho el otro día con la divertida intervención de Mariano Rajoy en el Congreso de los Diputados. Con su sorna gallega, su cara de póker y su descarada actuación minimizó y descalificó de un plumazo la investigación de la comisión, cuya falta de imparcialidad saltaba a la vista. Aquí se sigue calumniando a Josep K.