Partido Popular

De por qué Vox tiene que pedir sillones sí o sí

Tiene razón Ayuso cuando dice que «España nos une a Vox más de lo que lo que nos separa»

Los principales dirigentes del PP han puesto a la «venta» en este arranque del curso político la mercancía de que Vox es un partido bajo control. Casi podría hasta decirse que domado. La campaña afirma que no tienen por qué temer a los verdes el día después de las elecciones que están por venir porque como el PP será la lista más votada, en todo caso, y no habrá alternativa por la izquierda, a Vox sólo le quedará aquello de las lentejas, o las tomas o las dejas. El plato de lentejas sería la investidura de todos sus candidatos, incluido, por supuesto, Pablo Casado, y sin exigir cuotas de gobierno porque, entonces, provocarían ir a unas nuevas elecciones y serían ellos quienes pagarían en las urnas la factura de no haber facilitado un gobierno popular. En estos tiempos de choque entre blancos y negros, el sentido común a veces hay que buscarlo fuera del núcleo del poder nacional. En la periferia las cosas se ven con más reposo y los análisis suelen estar mucho más liberados de la ceguera por la que uno se deja llevar cuando está en mitad de la batalla.

Vox no ha dicho nada de lo que hará después de este nuevo ciclo electoral. Va a lo suyo, que es ir más contra el PP que contra el PSOE. Pero si escuchas el pensamiento tranquilo de los que desde la periferia llevan mucho tiempo en política, quedan pocas dudas de lo que puede llegar a suceder siempre y cuando las urnas abran margen a Vox para influir en los futuros gobiernos. Digan lo que digan en el PP, y juren lo que juren en campaña en Vox, el partido de Santiago Abascal no puede hacer otra cosa, a partir de ahora, que exigir entrar en los gobiernos a cambio de facilitar investiduras del PP. Y no tiene otra alternativa porque es esto o dejarles el camino despejado para que se sirvan del poder para colocarlos completamente fuera de juego cuando lleguen las siguientes elecciones. Ciudadanos sirvió como argumento para presionar desde fuera y negarse a «mancharse» en la toma de decisiones.

Con el PP encarrilado en la dirección de quedarse con el voto útil del centro-derecha, Vox tendrá que pedir ministerios y consejerías si no quiere asistir desde la oposición a la política final de desmantelamiento de su proyecto. Por eso tiene razón Ayuso cuando dice que «España nos une a Vox más de lo que lo que nos separa». Disimularlo, como hacen otros, suena a engaño melancólico.