Política

Nadal, Yolanda Díaz, la teta y la reforma laboral de Gila

Una de dos, o es buena o no, al margen de quien la vote, salvo que sea la reforma laboral de Gila, que todo es posible

Rafa Nadal, desde las antípodas, puso la épica, con bandera española incluida, mientras en el «viejo país ineficiente» (Gil de Biedma) José María Aznar calentaba la campaña electoral de Castilla y León y el Gobierno buscaba su hilo de Ariadna que le permita encontrar la salida al laberinto de la aprobación de la reforma laboral. Al fondo, o en primer plano, para millones de espectadores, la politización esperpéntica del resultado del festival Benidorm Fest, ganado por Chanel frente a las favoritas Rigoberta Bandini, la de «¡Ay, mamá!» y la teta y las gallegas Tanxugueiras. Irene Montero, a falta de otra excusa para ser protagonista, lo ha pillado por el lado feminista. El grupo parlamentario Galicia en Común ha presentado en el Congreso de los Diputados varias preguntas al Consejo de RTVE para conocer los detalles y criterios del jurado profesional que fue decisivo, aunque no todo puede decidirse por voto popular. El historiador José Álvarez Junco, uno de los coordinadores de la «Nueva historia de la España contemporánea (1808-2018)», sostiene que «España no es un país raro. O, mejor, es un país tan raro como los demás». El problema es que a veces sí parece más raro, aunque si hay que comparar, ahí están las extravagancias –quizá irregularidades– de Boris Jonhson en el Reino Unido o los encajes de bolillos italianos para elegir presidente de la República.

El Gobierno de Sánchez, en cualquier caso, afronta el jueves uno de sus grandes retos. Necesita aprobar la reforma laboral y, hasta el último minuto, no está claro cómo lo conseguirá y si logrará convalidar el Decreto Ley o tendrá que irse a un trámite parlamentario que se eternizaría, mientras el Decreto seguiría en vigor. Yolanda Díaz, la «vice 2», creyó que la reforma era su gran baza para construir su futuro político, ese que, ahora, Pablo Iglesias quiere descarrilar, envidioso –dicen– de la buena imagen de su exprotegida. Las idas y venidas de Díaz para lograr los votos necesarios recuerdan, acaso, uno de los más famosos monólogos del humorista Miguel Gila, cuando llamaba por teléfono a la guerra, reclamaba que se pusiera el enemigo y le pedía que atacara a otra hora porque a la que pensaba hacerlo no le venía bien. Yolanda Díaz defiende que su reforma es magnífica, pero no le valen los votos de Ciudadanos para aprobarla. Una de dos, o es buena o no, al margen de quien la vote, salvo que sea la reforma laboral de Gila, que todo es posible. Por si acaso y más allá también de Benidorm Fest y de la politización de la teta, siempre nos quedará Rafa Nadal.