Reforma laboral
Las cuentas de la infelicidad
Se metió Yolanda Díaz en una aventura complicada y difícil para la que parece que no contó con una brújula bien calibrada
Al Gobierno le salen ya las cuentas de la felicidad de la Reforma Laboral, pero con lío dentro. A falta de un último intento de la parte contratante de la segunda parte, o sea el ala izquierda del Gobierno, con la otra parte contratante de la primera parte de la legislatura, entiéndase ERC, que impida que la parte contratante de la primera parte, el ala socialista, llegue a un acuerdo con la parte contratante de la otra parte, que sería Ciudadanos, lo que parece es que finalmente el gran proyecto de legislatura del gobierno de Sánchez-Díaz, va a salir adelante con el concurso de quien ellos no hubieran deseado jamás. Es un lío de estética asimilable a la mítica escena de los hermanos Marx, con movimientos multidireccionales desde las distintas áreas del Gobierno, pero sin el menor atisbo de ironía o sarcasmo. Y si me apura, amable lector o lectora, hasta inteligencia política.
Se metió Yolanda Díaz en una aventura complicada y difícil para la que parece que no contó con una brújula bien calibrada. Su ambición o ingenuidad –me inclino por pensar que más tocada por lo primero que embriagada por la segunda– le llevaron a pensar que podría alcanzar un acuerdo de largo recorrido con la patronal sin que sus camaradas de la izquierda patriota vasca o catalana le cantaran las cuarenta, amparados en la previsible decepción por ver el pacto lejos de lo que en su día se les prometió –que le pregunten a Lastra– y la inexistencia de una prevalencia de lo nacional suyo sobre lo nacional español.
El problema lo tiene el Gobierno, y hoy particularmente Yolanda Díaz en quienes le han servido de palanca, pero sin la lealtad institucional que requeriría un momento como este.
Es ella, la vicepresidenta, quien está en peor posición. Cierto es que, en más amplia perspectiva, el problema es nuestro, de país, por sufrir un Gobierno sustentado por quienes tienen intereses que no son los de la mayoría de sus ciudadanos. Pero desde la estricta mirada política, a quien más puede dañar este juego de inconsistencia e irresponsabilidad es precisamente a quien en este momento sostenía en su capacidad de alcanzar acuerdos gran parte de su rampante afecto popular. Yolanda Díaz era la izquierda dialogante y responsable. Si consigue que sus costaleros parlamentarios se sumen a la reforma le será más fácil mantener esa posición. Lo tiene complicado, entre otras razones porque ninguno de ellos, como tampoco el PSOE, ojo, está por regalarle nada, al contrario. Si al final se tiene que apoyar en Ciudadanos para sacarla adelante, habrá perdido ese carisma, puesto que su capacidad de dialogar se habrá convertido en rendición no deseada. Sacará la reforma laboral, pero no de la forma que quería. Que apoye Ciudadanos tu gran proyecto de izquierda es una derrota.
Pero puede haber más. Si ese es el final de la historia mañana, a ver qué futuro tiene el bloque de investidura como tal. Y eso ya no es sólo un problema de Díaz, sino del propio partido cuya cuota encabeza.
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