Economía

La sociedad opulenta aparecida en España

La explosión de medidas erróneas derivadas de buscar la satisfacción de una sociedad masificada y opulenta tuvo lugar, en España, a partir del 2003

Se ha efectuado, en España, una transformación estructural orientada hacia la exportación y abierta a las inversiones extranjeras. Pero, nuestro país, desde 1959, se va aproximando, de modo impresionante, a lo que, desde Galbraith, se denomina sociedad opulenta. No quiere decir esto que se ha originado una marcha hacia una sociedad con un alto nivel de renta, sino hacia una sociedad con una peligrosa proclividad hacia el desastre, por la dinámica económica que posee. Basta observar lo sucedido, a partir de 1957, con las cifras del Producto Interior Bruto por habitante, proporcionadas por Angus Maddison, en su The World Economy Statiscics (OECD, 2003): el español pasó, de percibir, en 1959, 3.050 dólares Geary-Khamis por persona, a 15.659 en 2001, o sea, en 42 años se alcanzaba esa cifra. Gran Bretaña precisó de 118 años para tener una cifra parecida a la española de 2001. Empleando el mismo método, vemos que la vecina Francia tardó 62 años. Alemania, con el mismo modelo, logró ese avance en 65 años. Los siempre potentes Estados Unidos, precisaron de 88 años. No es necesario aducir a más ejemplos para que se comprenda por qué las generaciones españolas que siguieron a 1957 creen que es muy fácil un rápido desarrollo. Por eso, acaban por adoptar una actitud de buscar crecientes consumos de cualquier tipo, porque todo lo acabará resolviendo un desarrollo muy rápido, como sucedió en el inmediato pasado.

Incluso, por ello, se ha acabado por tener como lógico el endeudamiento. Existe algo así como una convicción que se encontraba dentro de la realidad nacional: el disfrutar, casi de inmediato, de cantidades crecientes de bienes y servicios y, además, en rápida progresión. Keynes en Madrid, en 1930, en su conferencia en la Residencia de Estudiantes titulada La Economíade nuestros nietos comenzó a llamar la atención de esta evidencia. Esto nos hace recordar aquella declaración del presidente Rodríguez Zapatero, indicando cómo con rapidez íbamos a sobrepasar la renta individual media de los franceses, y eso parecía garantizar un espléndido futuro. Pero esto tiene consecuencias sociales que engendran crisis económicas. En el libro de Robert William Fogel, et al, Political Arithmetic. Simon Kuznets and the Empirical Tradition, en Economics, 2003, se lee cómo los procesos de rápido crecimiento provocan, en los jóvenes, una alienación. El motivo es que se trata, de modo creciente, de personas que, «desde que fueron niños de familias minúsculas, se encontraron con unas madres que estaban, ya, …, espiritualmente vacías y, por consiguiente, incapaces de transferir a sus escasos hijos una serie de activos espirituales vitales, tales como una mente a favor de proyectos de autoestima, un sentido de la disciplina, así como que posean un propósito de oportunidades y un anhelo de conocimientos».

Esta nueva sociedad comienza a ser la habitual entre nosotros, exigiendo, incluso al Sector Público, que haga llegar cómodamente a sus manos una corriente muy amplia de renta que haga accesible una serie variada de bienes y servicios que la productividad de nuestra economía –recordemos sobre esto un estudio dirigido por el profesor Julio Segura–, es incapaz de suministrar. Al intentar atender tales demandas, surge el riesgo inmediato de hundir la buena marcha futura. Sobre la capacidad de atender estas exigencias derivadas de la opulencia pasada, veamos lo que indican Joseph Stiglitz, Amartya Sen y Jean-Paul Fitoussi, en Medir nuestra vidas. Las limitaciones del PIB como indicador del progreso (RBA,2013). Se muestra, en este trabajo, que el PIB ofrece datos brutos por definición, no se tiene en cuenta la depreciación, por lo que es preciso observar el Producto Interior Neto. Como esta nueva sociedad opulenta se adhiere a bienes que tienen una vida útil esperada más corta que la que antes era la habitual, porque ansía novedades, automáticamente ello implica que el Producto Interior Neto puede estar creciendo más despacio que el Producto Interior Bruto. Estas preferencias de la sociedad opulenta complican muchísimo la posibilidad de «seguimiento de la calidad y cantidad de los servicios en las economías modernas».

Seguir este sendero lleva, sucesivamente, a la ruina social y a la crisis económica. Pero ¡cuán difícil es alterarlo en una sociedad crecientemente masificada!

La explosión de medidas erróneas derivadas de buscar la satisfacción de una sociedad masificada y opulenta tuvo lugar, en España, a partir del 2003. La economía española mostraba, a finales del periodo 1996-2003, señales evidentes de que deseaba una remodelación importante. Se hizo todo lo contrario a partir del 2004, cuando se inició el Gobierno de Rodríguez Zapatero, continuado por Sánchez.

Juan Velarde Fuertes es economista y catedrático