Política

Acierto del Gobierno

«Sin la libertad de elogiar, cuando el aplauso es merecido, ninguna crítica posterior resultará efectiva»

El periodista es el administrador de un derecho ajeno: el que tienen los ciudadanos a la información. Junto a esa función esencial corresponde al profesional del periodismo el ejercicio del contrapoder, es decir, elogiar al poder cuando el poder acierta, criticar al poder cuando el poder se equivoca, y denunciar al poder cuando el poder abusa. Y no solo al poder político, también al poder financiero, al poder religioso, al poder sindical, al poder deportivo, al poder cultural, al poder universitario…

Carecería de valor la crítica al Gobierno Sánchez si no se subrayaran sus aciertos. La objetividad exige hoy elogiar las jornadas en la isla de La Palma. La verdad es que los actos allí celebrados durante el fin de semana han sido una demostración de la solidaridad de la nación española ante la tremenda catástrofe de la erupción volcánica que devastó la isla canaria, por la que tengo una consideración especial, pues hace muchos años pregoné las fiestas de Los Llanos de Aridane.

La presencia del Rey Felipe VI, de la Reina Letizia, del presidente del Gobierno, de destacados ministros, de todos los presidentes de las Comunidades Autónomas españolas, de profesionales del periodismo, ha robustecido la unidad de España, tan golpeada últimamente por muy diversas políticas demenciales y decimonónicas. En el viejo continente, el siglo XXI camina hacia la supranacionalidad, hacia los Estados Unidos de Europa.

Me parece necesario dedicar el sincero aplauso al Gobierno, a su presidente Pedro Sánchez y a sus ministros, de forma especial a Félix Bolaños, que es la personalidad política más destacada y capaz con que cuenta Moncloa. Escuché, por cierto, sus declaraciones en la isla. Me parecieron un modelo de moderación y de claridad constructiva en defensa de la solidaridad de España y también de su unidad.

El diario francés Le Figaro hizo suya la frase célebre de Pierre Augustin Beaumarchais: «sin la libertad para criticar, ningún elogio resulta halagador». Hoy conviene darle la vuelta y afirmar: sin la libertad para elogiar, cuando el aplauso es merecido, ninguna crítica posterior resultará efectiva.