Transporte por carretera

Los camiones parados no contaminan

La pobreza nos liberará de la esclavitud de coche: aleluya, aleluya.

Según los cálculos del Gobierno, a estas alturas tendríamos que estar ya celebrando el fin de la pandemia, el advenimiento del nuevo día y poniéndonos ricos con el maná de los dineros de Europa. Y aquí estamos.

Elena y yo hemos llenado el depósito del coche porque hay que darse un capricho de vez en cuando. Eso, y leer. Hace tiempo que se aparecen en la prensa artículos de alguna manera celebran la escasez y hablan de cómo hacer las cosas bien si suben los precios. La crisis que se viene se aparece como un camino a la virtud. Denoto entre los partidarios del gobierno cierto placer ascético, acaso cilícico. Ah, de nosotros cochinos derrochadores y bandidos del capitalismo salvaje incompatible con la vida… Ha tenido que venir una crisis de suministros, de transportes, una pandemia y una guerra con Rusia para que aprendamos a usar los electrodomésticos y a conducir más despacio.

La clave -dicen- es poner la lavadora a las cuatro de la mañana y encender la luz mientras duerme. Si conduce a sesenta, ahorra un tercio del depósito, pero si va con los niños al colegio andando de la mano por la cuneta de la M40 durante siete kilómetros, se ahorra el depósito entero.

La pobreza nos liberará de la esclavitud de coche: aleluya, aleluya. Podemos mirarlo por esta parte: esos camiones parados ya no contaminan. Quizás sin solucionar el paro del transporte, el Gobierno está salvando al planeta.

Y la calefacción. Iban los vecinos de enfrente en mangas de camiseta en enero como si fuera el mes de julio en Matalascañas. Si baja dos grados el termostato, se ahorra un tercio de la factura pero si la quita y se abriga lo suficiente, ahorra lo suficiente como para ir a Gandía de vacaciones en verano una semana, andando por la cuneta, claro, que está preciosa de flores. Podríamos ir a caballo, si no fuera de fachas.

Con la compra, pasa lo mismo. Si no les llega para comida, es que comía demasiado.