Inflación

Inflación y carestía

Quizá sería bueno que ese gobierno voraz que aprovecha la inflación para recaudar más, bajara, aun temporalmente, algunos impuestos para minimizar los daños en el sector privado

Aunque las inflaciones suelen ir asociadas a períodos de elevaciones generales de los precios, no es ése el único fenómeno que en realidad podemos padecer durante las mismas. Estos días, de hecho, estamos padeciendo otras dos consecuencias que también son comunes. Por un lado, las degradaciones de la calidad de los productos: muchas empresas pueden optar por mantener precios empeorando la calidad (por ejemplo, reduciendo la cantidad de unidades que se comercializan en un pack), de modo que aunque formalmente los precios se mantienen constantes, a efectos prácticos también suben.

Por otro, desabastecimientos: durante las inflaciones los precios suben irregularmente (porque no todos se incrementan al mismo ritmo) y eso da pie a que, hasta completar el ajuste, unos precios se hayan incrementado sobre proporcionalmente a otros, erosionando el margen de rentabilidad de muchos negocios. Así, esos negocios pueden reaccionar al cambio de precios relativos suspendiendo la producción (al menos hasta que consigan elevar lo suficientemente sus precios como para que su actividad sea rentable de nuevo). Y si la producción de ciertos bienes cae, durante un tiempo podemos toparnos con un suministro inadecuado de los mismos. No digamos ya si aquellos negocios que deciden dejar de operar temporalmente por falta de rentabilidad son sectores nucleares de la economía, como el del transporte: si las mercancías dejan de moverse, entonces aunque se produzcan no se venden en destino… y si no se venden, lógicamente dejan de producirse.

Ése es el fenómeno que precisamente estamos empezando a contemplar ahora, con numerosas empresas de alimentos que están amenazando con suspender la producción si la huelga de transportistas no llega a su fin. Existe, de hecho, aun otro fenómeno que suele ocurrir en las inflaciones: que los impuestos suben aunque los tipos impositivos permanezcan constantes. Por ejemplo, los contribuyentes que vean incrementar sus salarios, aunque éstos suban menos que los precios, tributarán en tramos más elevados del IRPF; asimismo, los impuestos indirectos que recaigan sobre productos cuyos precios aumenten en términos relativos, agravarán todavía más la subida propia del mercado. Quizá sería bueno que ese gobierno voraz que aprovecha la inflación para recaudar más, bajara, aun temporalmente, algunos impuestos para minimizar los daños en el sector privado.