Psicología

Salud

Qué estamos solucionando. Nada. Sigue siendo igual de difícil abordar estas mierdas mentales que nos acechan

Se ha muerto un baterista. Un músico más. Todo lo que sucede en este tiempo nos arrastra como una maldición, como un estigma. Se ha muerto un baretista, o un batería, o un músico, o un melenas que le pegaba a un bombo. Se ha muerto Taylor Hawkins, ese rubito de pelo largo que aporreaba la batería en Foo Fighters. El otro día, antes de morirse, bajó en Buenos Aires a saludar a una nena que había montado su percusión debajo de su hotel. Bajó sin tener obligación, ni necesidad, bajó desde su habitación en un hotel de cinco estrellas a fotografiarse con una chiquilla que le admiraba. Taylor se drogaba. O se había drogado, o se había pinchado, o lo que fuese. Taylor había pasado por un infierno, por un calvario emocional y, supuestamente, se había rehabilitado. Ahora pregúntense cada uno de Vds si están bien. Taylor tenía mujer e hijos. Era feliz. Supuestamente era feliz. Díganme qué es ser feliz.

Hablamos de la salud mental como de algo resuelto. Vale, ya sabemos que hay necesidad de tratarla, hay mucha gente mal, hay personas que no superan ciertas situaciones. Pero qué estamos haciendo. De verdad. Qué estamos solucionando. Nada. Sigue siendo igual de difícil abordar estas mierdas mentales que nos acechan. Se sabe que hay problemas, pero no se sabe cómo abordarlos, no se sabe cómo tratar a las personas a las que hay que tratar. Taylor Hawkins era un músico extraordinario, con todas las opciones médicas a su disposición, con todo el dinero, con toda la cobertura, con todo lo que un ser humano enfermo pueda necesitar. Pero se ha muerto. Imaginen a todos esos melenudos, a todos esos rubios, a todos esos baterías, a todos esos músicos, a todos esos modernos, a todas esas modernas, a todas esas niñas que sufren, a todos esos niños, a todas esas personas que no tienen seguro médico privado, a esos que tienen que esperar a que su médico de familia les derive. Sin cobertura. A todas esas personas que no pueden pagarse un psicólogo, a todos los que pelean día a día por seguir, sin ganas de seguir. Taylor Hawkins se ha muerto. Con todo a su favor. Con su fama, con su dinero, con su familia. Cuídense.