Opinión

Los otros fraudes de las mascarillas

Aquí solo se habla del fraude que dos desalmados inmorales hicieron al Ayuntamiento de Madrid embolsándose una millonada de euros a cuenta de la Covid. Es como si solo el alcalde Almeida hubiera hecho contratos afectados por sobrecostes. Por desgracia el descontrol de precios estuvo a la orden del día en aquellos meses aciagos. Ayuntamientos y autonomías tuvieron que salir a comprar EPIS en los mercados asiáticos ante la inoperancia del Gobierno de Sánchez, que fue incapaz de encontrar tapabocas pese a haber centralizado la gestión. Y aun así incurrió en irregularidades graves, que han sido puntualmente resaltadas en informaciones firmadas en las páginas de este periódico por nuestro director adjunto, Sergio Alonso. Como por ejemplo el caso de los 8,6 millones pagados de más por 200 respiradores inservibles, pues eran para transporte, no para las UCIS. Fue adjudicado a dedo a una empresa de tres mil euros de capital social por el Instituto Nacional de Gestión Sanitaria (Ingesa), comandado en aquel entonces por Illa y Simón. O las 400.000 cajas de guantes negociadas igual por Ingesa a más del doble de su valor de mercado por 9,4 millones de euros a una firma creada un año antes en Barcelona. Se pagaron a 0,1 euros la unidad frente a los 0,03 cotizados por otros en Toledo.

El «negociado sin publicidad acelerado» fue el procedimiento usado para desembolsar 313,77 millones sin IVA a otra compañía de «localidad y dirección desconocida» por catorce contratos para hisopos, geles, guantes, mascarillas y respiradores. Sin olvidar las batas. A una sociedad asiática le agració el Ministerio de Sanidad con 22 euros por cada bata agenciada cuando las españolas costaban 0,2 euros. Siendo, además, de pésima calidad.

Actualmente hay tres directores generales del ministerio que comandaba el socialista Salvador Illa procesados por estas y otras irregularidades. Pero parece que tales escándalos no le interesan a nadie.