Política

Aniversario de una farsa

Al nuevo PP lo esperan trampas en forma de sapos y culebras antes de consolidar una posición real de alternativa de gobierno

Se cumple ahora justamente un año desde que, en pleno arranque de la campaña electoral a los comicios madrileños convocados por Díaz Ayuso para no acabar con «cara de Rajoy», se diera uno de los episodios más burdos y vergonzosos que se recuerdan en nuestro ya amplio elenco de capítulos electorales, trufados de «dóbermans», campañas del miedo, jornadas de reflexión no respetadas y otros intentos de convertir en un sainete guerracivilista la vida política, afortunadamente desactivados por el sentido común ciudadano y la propia solidez del sistema democrático. Era como ayer un 22 de abril cuando Pablo Iglesias, dimitido de la vicepresidencia del Gobierno para volcarse en la misión de «salvar Madrid de la amenaza fascista», escribía uno de sus más famosos tuits en el que decía: «El ministro del Interior ha recibido una carta dirigida a mí con amenazas de muerte hacia mí y mi familia. El sobre contenía cuatro balas de cetme», mensaje al que después añadía otro revelando que tanto el propio ministro Grande Marlaska como la directora general de la Guardia Civil, María Gámez, eran destinatarios de misivas en la misma línea. La polémica al más puro estilo de campaña bananera ya estaba servida y se la fue alimentando sin pudor con múltiples declaraciones altisonantes desde la izquierda situando un episodio a expensas de investigación policial en el centro de cada mitin. El triunfo incontestable de Díaz Ayuso y la propia investigación dejaron el asunto en un mero suflé con el correspondiente archivo judicial y hoy, pasado un año la frase predominante es «nada más se supo» a propósito de la verdadera y auténtica campaña de victimismo trufada de acusaciones veladas hacia formaciones que concurrían a esas elecciones.

En aquel contexto de hace un año, no resultaba sencillo mostrarse escéptico ante tan «graves» hechos que pretendían condicionar el desarrollo de una campaña donde deberían mandar los programas electorales y tal vez por ello visto desde la perspectiva de hoy resulte mucho más llamativa la actitud por entonces de un Alberto Núñez Feijóo que no dudó en afirmar, como ex responsable máximo de Correos, que «si éramos capaces de detectar ántrax, no entiendo como ahora se cuelan balas». Ni ADN, ni pistas, ni huellas, pero sí mucho ruido y sobre todo, ya hoy toque de atención a un nuevo PP al que esperan trampas en forma de sapos y culebras antes de consolidar una posición real de alternativa de gobierno. No le será ni fácil, ni corto, ni indoloro.