Religion

Escuchar

Escuchemos con el corazón a los que poca gente presta un minuto de su tiempo

El domingo que viene se celebra la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. El Papa Francisco reflexionaba el año pasado sobre la necesidad de «ir y ver» para poder contar, desde el corazón, la experiencia de los acontecimientos, descubrir la realidad abandonando la redacción para salir a la calle y conseguir un diálogo auténtico. Este año, el Papa nos pide a los periodistas que escuchemos. Yo me dedico a escuchar. Me dedico a la radio, justo a que se me oiga y a escuchar, y no hay otra manera de escuchar que la que dice Francisco. Escuchar al otro no es sentarse a poner la oreja por el simple hecho de que te vean gastando un rato con el que está enfrente, de parecer permeable a las opiniones distintas, de disimular nuestro dogmatismo férreo. Oír se puede, por ejemplo, el sonido de los pájaros sin distinguir qué pájaro es cada uno. Se puede oír el paso de un avión supersónico sin haberle prestado siquiera atención a su trayectoria. Se puede oír de fondo un disco sin saber quién es el cantante; el llanto de un niño sin mirar desesperado a uno y otro lado; puedes oír que te llama tu madre porque necesita que vayas a la cocina y seguir en la cama. Puedes oír el ladrido de un perro, los coches pasando rápido, el extractor de la cocina del vecino. Oír los datos de la pobreza sin inmutarte. Oír que alguien pide socorro sin mover un pie. Oír sin implicarte. Pero otra cosa es escuchar. Escuchar es acercarte al otro para que nada de su mensaje se pierda. Pide Francisco en esta 56 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales que lo hagamos con el corazón porque, desde ahí mismo, se sintoniza con Dios. No hay sólo que pasar el rato asintiendo delante de otro ser humano que habla. Hay que impregnase, mojarse, empatizar, colocarse en sus zapatos, por muy alejados que estén de nuestras botas. Así es como lo ve el Papa, cuya misión dedicada es, siempre, tratar de establecer lazos con todos aquellos a los que nadie escucha. Escuchemos con el corazón a los que poca gente presta un minuto de su tiempo. A los que sufren, a los que llegan sin brújula, a los que se sienten huérfanos. Jesús hablaba poco. Pero escucha espectacularmente.