Cuca Gamarra
Fin de etapa (aunque no lo vean)
Un Sánchez balbuceante y reiterativo exigía al PP lo que el PP le había dado ya previamente
El estado de la Nación no es el mejor posible, qué le voy a contar, pero el estado de la oposición, ha mejorado ostensiblemente. En el debate que hoy sigue en el Congreso, el giro a la izquierda de Pedro Sánchez con sus medidas de mucho ruido, bastante daño y previsible poco resultado, tuvieron una réplica popular inesperada por el propio Presidente que apareció tras los primeros golpes de mar de la señora Gamarra, como desorientado y hasta turbio de entendimiento. Un Sánchez balbuceante y reiterativo exigía al PP lo que el PP le había dado ya previamente –dialogar, mano tendida, exposición de responsabilidad– y era incapaz de responder ni a uno solo de los puntos negros que le había señalado en un diagnóstico tan afilado como preciso. Nada del acuerdo indigno con Bildu que convierte a esta formación en notario de la Transición y llena de ignominia –esas fueron las palabras de Gamarra– la memoria de los presidentes Suárez, Calvo Sotelo y Felipe González. Ni una palabra sobre las diferencias dentro del Gobierno, sus incumplimientos electorales, la improvisación o la elusión de responsabilidades como elementos de su gestión política, el truco de disfrazar la precariedad de empleos temporales con el vestido de fijos discontinuos, o la transición energética tan mal diseñada que nos deja sin energía. Nada. Y mucho menos de las cuatro veces, cuatro, en que el PP le ha tendido a Sánchez la mano. Todas esas oportunidades ha tenido el presidente para explicarse y explicar, pero ha preferido argumentar sobre el Poder Judicial y la incapacidad del PP de llegar a un acuerdo, obviando el que rechazó en la reunión de hace un par de días entre Bolaños y González Pons.
Sánchez ha demostrado que está bajo de forma –puyita intencionada que le soltó a su narcisismo herido nada más empezar su réplica Gamarra– y que su única salida es amarrarse al flotador inestable de Podemos y el independentismo. Otro ladrillo en ese muro que tendrá que ir resquebrajando según vaya necesitando desplegar verdaderas políticas de Estado, cuando tenga que tirar de los apoyos del Partido Popular.
El giro a la izquierda ha irritado a empresarios e inversores, ha provocado una caída en la bolsa y ha sido tomado como insuficiente por la izquierda indepe que ve lo de la provisionalidad de la medida –dos años de tasas por sus beneficios a banca y energéticas– como algo poco de fiar.
Podemos brinda su triunfo, celebra que el Gobierno se comprometa a convertir en ley sus propuestas de apretar a lo que considera poderes ocultos postdemocráticos. Sánchez dio ayer fe parlamentaria de que hacer suya la estrategia victimista de Podemos, hablar de esos poderes, de gente que se fuma puros con el dolor de los demás y que conspira desde la sombra para acabar con la democracia, va más allá de lo puramente verbal.
Ese giro desesperado y suicida de un PSOE que abandonó la socialdemocracia para sufragar políticamente la aventura personal de Pedro Sánchez sólo beneficia, y a corto plazo, la estrategia de Podemos. Los nuevos impuestos los pagará la ciudadanía, la inflación no se amortiguará con esa medida, y haber hinchado el flotador del independentismo sólo conducirá a nuevas concesiones.
La izquierda puede celebrar el principio de un tiempo nuevo. Pero estará celebrando el de su fin, en los términos y con las personas que ahora están al frente de la nave.
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