Opinión
Atentado a Kirchner y el discurso del odio
El intento de asesinato de la vicepresidenta argentina Cristina Kirchner, afortunadamente fallido, pone de candente actualidad el llamado «discurso del odio» fruto de la radicalización política y la crispación social que se está instalando en no pocos países, siendo España por desgracia uno de ellos.
En relación al atentado y sin perjuicio de la más rotunda condena, es preciso y muy necesario desechar cualquier sospecha de una perversa utilización del hecho como explotación victimista. En conexión con ello y precisamente por eso, es preciso también despejar cualquier sombra de duda respecto a la comisión del atentado, con lagunas incomprensibles en un terrorista con el cargador lleno de balas y ninguna en la recámara. No está lejos de nuestra memoria la amenaza de un atentado tras recibir por correo la ministra socialista una navaja manchada de sangre y balas, «casualmente» en el horizonte de las elecciones autonómicas de Madrid, que aquélla hizo público en rueda de prensa a la puerta del Congreso, convirtiendo esta supuesta amenaza en un lamentable acto de campaña electoral.
Al estar Kirchner involucrada en un presunto delito de corrupción que ya ha provocado intentos de instrumentalización por parte del movimiento justicialista peronista, se hace ahora imprescindible la necesidad de un juicio justo, con transparencia y garantías judiciales de independencia respecto del poder político. En cuanto al discurso del odio, antes de hablar deberían mirarse en el espejo algunos autoerigidos en profetas de su denuncia. No están borradas de nuestra memoria las confidencias de un cualificado candidato socialista confesando a su entrevistador Iñaki Gabilondo con un indiscreto micrófono abierto por testigo, que al PSOE le convenía «tensión en la campaña», y así vemos a la dimitida por embarazo, la moderada Adriana Lastra, ex vicesecretaria socialista, querer recuperar el tiempo perdido y definir a Feijóo con una panoplia de insultos que provocan vergüenza ajena.
Previamente hemos tenido un agosto con el Gobierno a coro haciendo lo propio, así que mejor prediquen con el ejemplo antes de perorar al respecto. Hay también conductas personales y políticas públicas que generan crispación y rechazo en la sociedad y son un caldo de cultivo del que se nutren individuos terroristas y violentos. Leyes como la de la obligatoria memoria de nuestra historia, para adaptarla al democrático criterio de nuestros actuales gobernantes, sucesores políticos del desdichado Frente Popular republicano, ahondan en la división política y el odio que generaron nuestra Guerra Civil. En lugar de alimentar el espíritu de concordia, es espíritu revanchista, alimentador de rencor. Esa ley es discurso de odio.
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